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De política y cosas peores

Armando Camorra

Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, fue con un notario público a hacer su testamento. “Tengo 100 mil pesos en el banco -declaró-. Destinaré 90 mil a los gastos de mi entierro”. “Muy bien, señorita Sinpitier -anota el fedatario-. ¿Qué dispone en relación con los otros 10 mil pesos?”. Responde ella: “Jamás he conocido obra de varón y no quiero bajar así a la tumba. Le daré esos 10 mil pesos al hombre que me haga conocer los placeres del sexo. Ruego a usted, señor licenciado, que como parte de sus servicios notariales me consiga a alguien que me ayude a cumplir ese postrer deseo”. La misma tarde el notario le contó a su esposa la peregrina solicitud de la señorita Sinpitier. La esposa, como todas, tenía sentido práctico y pensó que aquellos 10 mil pesos no tenían por qué no ingresar a la notaría. Así, sugirió a su marido que él mismo se encargara del trámite que la cliente demandaba. Después de todo, añadió, en la notaría ofrecía servicios integrales. “Te llevaré a la casa de la señorita -le dijo- y te esperaré en el automóvil”. Así lo hicieron. Una hora después de haber entrado el notario en la casa de la testadora, la ventana del segundo piso se abrió y asomó el abogado en ropas muy menores. Le avienta un sobre a su esposa y le dice alegremente: “¡Ahí están los primeros 10 mil pesos, vieja! ¡Ven por mí mañana! ¡Dice la señorita Sinpitier que mejor va a dejar que la entierre el Municipio!”... La anulación del proceso para elegir al nuevo dirigente del PRD es imagen y espejo de la crisis interna que vive ese partido. No sólo la elección fue un cochinero: en un cochinero está convertido también el PRD. No hay en las actuaciones de sus figuras principales un mínimo de ética que pudiera frenar las indecencias en que incurren los miembros de los distintos grupos para sacar adelante sus propósitos. Todo se reduce a una mezquina lucha de tribus que se disputan como canes famélicos el botín del dinero y del poder. (Lo de los canes famélicos no es mío: lo tomé de una novela de don José María Vargas Vila). ¿Qué sería de México si alguna vez un partido así llegara a la Presidencia? La sola pregunta me provocó un escalofrío que desde la nuca me llegó hasta el píloro. ¡Brrrr!... La secretaria Rosibel estaba en el cuarto del archivo cuando de pronto un hombre entró en el cubículo, apagó la luz y sin decir palabra hizo objeto a la muchacha de un acto de fornicación. Cumplido el abusivo trance el sujeto salió otra vez furtivamente. Poco después salió también Rosibel arreglándose las desordenadas ropas. A una de sus compañeras le contó lo que le había sucedido. “¡Qué barbaridad! -se indigna la amiga-. ¿Supiste quién es el desgraciado?”. “No lo reconocí -contesta Rosibel-. Pero seguramente es un jefe, porque yo tuve que hacer todo el trabajo”... La experiencia que dan los años rinde siempre buenos frutos. Un anciano granjero tenía en el extremo de su propiedad un pequeño estanque. Cierto caluroso día decidió ir a darse un chapuzón en él, pero lo halló ocupado por varias muchachas de la ciudad, que entraron en la finca sin permiso. Al ver al anciano, todas se sumieron en el agua hasta el cuello para no dejar ver su desnudez. Una de ellas le dice: “No saldremos de aquí hasta que usted se vaya”. “No vine a verlas -responde el astuto carcamal-. Vine a alimentar al cocodrilo”. (Y entonces sí las vio)... Un tipo pidió un café en un restorán. La mesera, distraída, derramó el líquido en la entrepierna del sujeto. “¡Perdone usted, señor!” -se disculpó llena de confusión. “No importa -la tranquiliza el hombre-. Pero dígame: el café ¿es regular o descafeinado?”. “Es regular” -responde la mesera. “¡Qué bueno! -se alegra el individuo-. Así esta cosa estará levantada toda la noche!”... (No le entendí)... FIN.

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