Torreón Calidad del aire Peregrinaciones Tránsito y Vialidad

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando Camorra

Empédocles Etílez llegó a su casa cayéndose de borracho. No atinaba a meter la llave en la cerradura de la puerta. Se acerca el guardia de la colonia y le dice: “Lo que usted tiene en la mano, don Empédocles, no es la llave de su casa: es un supositorio”. “¡Ah caón! -se asusta el temulento-. ¿Entonces dónde ingaos puse la llave?”... Llegó el médico a ver a Babalucas, que estaba enfermo en su casa. Le pregunta: “¿Cómo se encuentra, señor?”. Responde el tonto roque con voz débil: “Levanto las sábanas, y ahí estoy”... Un centenar -o más- de conferencias doy cada año. Todas son para mí una experiencia grata. Recibo de la gente muestras de afecto que me conmueven mucho: su aplauso y sus palabras de bondad me fortalecen. Yo, que a mis 70 años no tomo ningún tónico, tengo en el cariño de mi prójimo el tónico mejor. He aquí que este pasado lunes tuve una experiencia particularmente inolvidable. Fui invitado a hablar en una iglesia: el templo de Nuestra Señora del Rosario, en la Colonia Roma de la ciudad de Monterrey. Yo no podía creer la invitación que me hizo el padre Rogelio, titular de la parroquia. Bello es el templo; vibrante y activa su comunidad. Si todas las parroquias fueran como ésta, pensé después de saber lo que ahí se hace en obras de bien, otra sería nuestra Iglesia, y más viva nuestra catolicidad. Modesto y sencillo, el joven señor cura me dijo que él no ha hecho sino continuar la labor llevada a cabo por un querido sacerdote, el padre Loncho, Alonso Garza Treviño, que es ahora obispo de Piedras Negras, en mi natal Coahuila. Llegué con inquietud, debo decirlo, a esa cita. Yo soy apenas un juglar; mi oficio es un mester de picardía. ¿Cómo iba a hablar en una iglesia, y más estando a los pies de la Señora? Recordé, empero la piadosa leyenda medieval de aquel humilde saltimbanqui que a falta de oraciones mostró su devoción a la Virgen haciendo ante ella las maromas y piruetas que sabía hacer. La Madre, conmovida, dejó caer el enjoyado escarpín que le cubría el pie, para que el hombre lo vendiera y remediara su necesidad. Acusado de robo sacrílego nadie creyó su historia-, el desdichado fue condenado a muerte. Pidió como último deseo que lo dejaran bailar otra vez frente a la Virgen. Y Ella hizo un hermoso milagro: dejó caer el otro escarpín, regalo de vida a quien le mostraba tanto amor. Yo, a mi modo y sin merecimientos, amo también a la Señora. Quizá por eso fui recibido ahí, en su casa, y por eso quizá fui objeto de tantas muestras de generoso afecto. El templo se llenó: más de mil personas ocuparon las bancas, o tomaron su sitio sentadas en el suelo, o resistieron de pie mi perorata. Hablé de mis experiencias de esposo, de papá y abuelo; dije cosas cercanas a mi corazón. Perdí la cuenta de las veces que la gente interrumpió mis relatos o reflexiones con su aplauso; y el que me dieron al final, de pie, seguramente se escuchó en Saltillo. ¿Habrá manera de agradecer ese amoroso sacramento de bondad que recibí en la iglesia del Rosario? Sólo diciéndole al padre Rogelio y a su cálida y generosa feligresía que cuantas veces me llamen volveré otra vez, igual que el saltimbanqui de la leyenda antigua, a hacer lo que sé hacer: piruetas... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, llamó angustiada a la policía. “¡Por favor manden una patrulla! ¡Un ladrón saltó la tapia de mi casa!”. Le pide el oficial de guardia: “¿Puede darnos la descripción del hombre?”. “-Sí -responde con ansiedad Solicia-. Es joven; alto; fornido; tiene cabello ensortijado; es moreno de ojos verdes, usa bigotito”. “Lo conocemos -dice el oficial-. Es Eroticio Pitobélico. Pero no es ratero: es un maniático sexual”. “Ah, vaya -dice la señorita Sinpitier-. Entonces no se molesten en venir”... FIN.

Leer más de Torreón

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Torreón

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 365075

elsiglo.mx