Cierto pintor contrató a una hermosa muchacha para que le sirviera de modelo en un desnudo que debía pintar. Apenas la chica se colocó en pose, el artista se lanzó sobre ella y la hizo objeto de toda suerte de voluptuosos tocamientos. “Perdona, linda -le dice después de su arrebato-. Algunos pintores pintan lo que sienten; a mí me gusta sentir lo que pinto”... Aquel manicomio era de paga. Un letrero decía: “Los clientes siempre tienen la razón”... El enamorado le dice con vehemencia al objeto de su amor: “¡Pirulina! No soy rico como mi amigo Crésido; no tengo sus condominios, ni sus cuentas bancarias, ni su quinta en Cancún, ni su yate, ni sus tres coches deportivos. Pero te amo sinceramente. ¿Cómo podría probártelo?”. Contesta Pirulina. “Preséntame a tu amigo Crésido”... Mi hija adorada, Luz María, que tiene para mí todas las dulzuras y todas las ternezas, me dice que yo debería ser jurado de Miss Universo. Piensa eso porque vimos el concurso en la tele y cuando apareció la representante mexicana en vestido de noche yo dije de inmediato: “Ese vestido la va a perjudicar. Es demasiado atrevido; muy revelador. No será del gusto del jurado”. Acerté, por desgracia. El atuendo, en efecto, más parecía de vedette que de una chica que, se supone, representa el modo de ser de la mujer de su país. Es una pena que eso haya sucedido, porque ciertamente Elisa Nájera es una hermosísima muchacha que lució su espléndida belleza con prestancia y dignidad y que dejó muy en alto el nombre de México y de Guanajuato. Independientemente de lo sucedido, a mis ojos y a los ojos de todos los que la vimos, Elisa es Miss Universo... El novio y la novia se abrazaban y besaban apasionadamente en la puerta de la casa de ella. Le pregunta el chico a la muchacha: “Susiflor: ¿por qué cada vez que te digo que te amo con pasión bajas la mirada? ¿Acaso te dan pena mis palabras?”. “No -responde ella-. Bajo la vista para ver si es cierto”... Afrodisio, galán concupiscente, le dice a Dulcilí, muchacha ingenua: “Si fueras a una fiesta y bebieras tanto que al día siguiente amanecieras en la cama de un hombre que te había hecho el amor toda la noche ¿le contarías eso a alguien?”. “¡Naturalmente que no!” -se horroriza Dulcilí. “Ya veo -dice Afrodisio-. Entonces ¿quieres venir conmigo a una fiesta?”... El especialista en temas de la naturaleza daba una conferencia acerca de las costumbres sexuales de los insectos. “¿Saben ustedes -pregunta a sus oyentes- por qué la viuda negra le arranca la cabeza al macho después de consumar la cópula?”. “Me lo imagino -responde una señora-. Para librarse de lo que todos los animales machos hacen después de hacer el amor: darse la vuelta y ponerse a roncar”... Una jirafa entró en un bar. Se encaminó a la barra y tomó asiento en uno de los bancos. Luego paseó la vista a su alrededor y en seguida le dijo muy molesta al barman: “¿Por qué todos se me quedan viendo? ¡Ya soy mayor de edad!”... La criadita de la casa había ahorrado algo de dinero, pero no quería ponerlo en el banco. Su patrón se ofreció a guardarle sus ahorros. Le pregunta la muchacha con inquietud a la señora: “Señito: ¿se le puede confiar algo a su esposo?”. “Claro que sí -responde muy divertida la señora-. Yo le confié mi vida ¿no?”. “Sí -admite la criadita-. Pero quiero decir, algo de valor”... Delante del galán que la pretendía, la romántica y cándida muchacha empezó a arrancar uno a uno los pétalos de una margarita al tiempo que decía con voz ensoñadora: “Me quiere... No me quiere... Me quiere... No me quiere...”. Al arrancar el último pétalo exclama jubilosa: “¡Me quiere!”. Y dice con tono salaz el voluptuoso tipo: “No se equivoca la margarita. Ahora pregúntale: ‘Me quiere ¿qué?”‘... FIN.