En el parque de la ciudad había una reproducción de la estatua "El beso", de Rodin. Cierto día bajó del cielo un ángel; rozó con sus alas el frío mármol de aquel grupo escultórico, y las desnudas estatuas del hombre y la mujer cobraron vida. Les dice el ángel: "Este milagro durará sólo 10 minutos. En ese tiempo pueden hacer ustedes lo que quieran".
El hombre y la mujer cambiaron una sonrisa pícara de entendimiento, y tomados de la mano desaparecieron atrás de unos arbustos. Pasados 5 minutos salieron de ahí con gesto de gran satisfacción. Les dice el ángel: "Les quedan otros 5 minutos. No los desperdicien". Le pregunta el hombre a la mujer: "¿Hacemos otra vez lo mismo?". "Está bien -responde ella-. Pero ahora me toca a mí: tú detienes a la paloma y yo le hago lo que las palomas nos hacen todos los días a nosotros"... En un artículo publicado en "Novedades" en septiembre de 1960 el padre Ángel María Garibay K., filólogo eminente, lamentaba la invasión que sufría nuestra lengua “de términos venidos de la región sajona”. Mencionaba el verbo “cachar”, y añadía con reticencia pudibunda: “... O ese escabroso forihuán, que prefiero no traducir por la cosa y por el nombre...". Otro muy distinto forihuán nos causa agravio a quienes pensamos que la libertad es un valor de esencia para el hombre y para toda comunidad humana. Es el artículo 41 de la Constitución, que en modo tan grave atenta contra la libertad de expresión que la propia ley máxima consagra. Por virtud de esa viciosa prescripción una de las garantías individuales básicas es conculcada en nombre de una supuesta equidad en los procesos de elección. Lo que se otorga a los partidos se niega a los ciudadanos. La persona humana individual es anulada: sólo perteneciendo a una organización política puede ejercer sus libertades básicas. Una norma así está peligrosamente cerca de aquéllas que daban forma y base a los regímenes fascistas. Son especiosos los argumentos de quienes defienden ese modo estatista de "equidad", impuesto autoritariamente. Entre otras cosas dicen que hicieron mal los comunicadores que solicitaron el amparo de la justicia federal para oponerse a esa ley restrictiva, pues ellos tienen espacios en la prensa o en los medios electrónicos para exponer sus puntos de vista en el curso de una contienda electoral. Pero de lo que se trata es de que todos los ciudadanos, no sólo quienes profesionalmente se dedican a la comunicación, puedan tener acceso a esos medios. Nos está sucediendo una rara paradoja: con la llegada al ejercicio democrático estamos dando pasos atrás en el ejercicio de la democracia. Los autores de ese forihuán, en efecto, y quienes lo defienden, piensan que los mexicanos no estamos maduros para la democracia, y nos imponen prohibiciones que no existen en los países donde la democracia es parte de la vida cotidiana. Volvemos a los tiempos de la dominación priista, cuando la democracia era cuidadosamente administrada desde arriba, no fuese a suceder que hiciera daño al pueblo. Censura y veto sufrimos ahora los mexicanos. Lo dicho: no sólo estamos retrocediendo: también vamos para atrás... En aquel pueblo vivía un hombre llamado Quimerio. Todos le decían "El optimista", pues ante cualquier desastrada situación tenía una frase que repetía siempre: "La cosa pudo haber estado peor". Un día, en el café, un contertulio entró corriendo y anunció con dramático acento: "¡Acaba de suceder una tragedia! ¡Don Cornulio llegó de un viaje y sorprendió a su mujer con un amante! ¡Los mató a los dos, y luego se suicidó él!". Todos guardan silencio, sobrecogidos por aquel intenso drama pasional. Quimerio rompe el silencio y dice: "La cosa pudo haber estado peor". "¡¿Cómo puedes pensar eso?!" -exclaman todos con indignación. "De veras -confirma él-. Si don Cornulio hubiese regresado ayer, uno de los tres muertos sería yo"... FIN.
