Cierta noche una parejita estaba en plan romántico en el automóvil del muchacho. Llega un policía y les pregunta: “¿Qué están haciendo?”. Responde el galán, nervioso: “Estábamos filosofando, oficial”. Dice el agente: “Muy bien, joven. Guárdese la filosofía; cierre el zipper de su pantalón y vayan a otro lugar más iluminado”... Un señor compró un enorme reloj antiguo, de piso. Lo iba cargando penosamente por la calle cuando con él tropezó un borracho. “¿Por qué no se fija por dónde va?” -le dice el señor muy enojado. Replica con tartajosa voz el ebrio: “¿Y usted por qué no usa reloj de pulsera, como todos los demás?”... El encargado del estacionamiento del banco le pidió al cliente que quitara su coche del lugar donde lo había estacionado. “¿Por qué?” -pregunta el señor. Contesta el vigilante: “Lo estacionó donde no debe’. “¡Qué te pasa! -exclama el señor-. ¡Aquí es donde más debo!”... Los políticos se han hecho a sí mismos mexicanos de primera clase y a nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes, nos están convirtiendo en mexicanos de segunda. Por ejemplo, en los términos de las leyes hechas por los políticos a fin de favorecer sus intereses, únicamente los partidos pueden hacer uso de los medios electrónicos -radio y televisión- para emitir mensajes en el curso de una campaña electoral. Los ciudadanos tenemos vedado ese derecho, que en los países democráticos es uso consagrado. En los regímenes autoritarios la fuerza del grupo, representada por el poder estatal, tiende a prevalecer sobre los individuos, vale decir sobre la persona humana. Eso está sucediendo en nuestro país. Vivíamos antes en una dictadura benévola. ¿Iremos a vivir ahora en un benévolo fascismo? Y otra pregunta: ¿Cuál es la capital de Dakota del Sur??... Le pregunta un amigo a Babalucas: “Dime: ¿cuántos huevos, uno después de otro, puedes comerte estando en ayunas?”. Responde Babalucas: “Pienso que unos seis”. “Te equivocas -le dice el amigo-. Puedes comerte uno nada más, porque después de comerte el primero ya no estás en ayunas”. Babalucas se rasca la cabeza hasta que logra entender la broma que su amigo le había jugado. Luego se apresura a ir con su mujer. “Dime -le pregunta-. ¿Cuántos huevos puedes comerte, uno después de otro, estando en ayunas?”. “No sé -contesta ella-. Supongo que unos tres”. “¡Qué lástima! -se entristece Babalucas-. Si hubieras dicho que seis te habría hecho una broma muy buena”... Aquella muchacha quería ser concertista de guitarra, pero su busto, enhiesto y de tamaño ¡Mamacita! le impedía tañer adecuadamente el instrumento. Acudió con una doctora especializada en cirugía cosmética a fin de que le redujera el tetamento. Llegado el día de la operación la doctora hizo anestesiar a su paciente a fin de proceder a intervenirla. Pero en eso se acordó de que no le había preguntado de qué tamaño quería que le dejara el atributo pectoral. Había en el quirófano solamente mujeres: a más de la doctora estaban la anestesista y unas enfermeras. Pensaron que sólo un hombre podía ayudar en la cuestión y llamaron a un joven practicante. Le explica la doctora: “Esta muchacha quiere ser concertista de guitarra, pero le estorba el busto, pues lo tiene muy grande. ¿De qué tamaño les gusta a ustedes los hombres el busto femenino? Necesito saberlo para reducírselo en esa medida”. El muchacho contempla detenidamente el atractivo problema (los dos muy atractivos problemas) y luego sugiere: “Doctora: ¿por qué mejor no le alarga los brazos?”... FIN.