Drácula Jr. empezó a chupar la sangre en el busto de la hermosa doncella. Le dice papá Drácula a su esposa con tono de reprobación: “¡Ah, esta juventud de ahora! ¡Yo me conformaba con chupar del cuello!”... Don Poseidón, hombre de a caballo, fue a la ciudad a consultar a un gastroenterólogo. Le dice: “A veces ando en el campo, doctor y me acomete una necesidad mayor. No tengo tiempo de ir a mi casa, de modo que ahí mismo cumplo esa natural función. Y siempre que lo hago siento un dolor punzante en las asentaderas. ¿A qué se deberá eso, doctor?” El facultativo lo examina y luego le informa. “Creo haber dado con la causa de su problema, don Poseidón. La próxima vez, antes de hacer del dos quítese las espuelas”... Llegó don Cornulio a su casa y en la bañera encontró a su señora acompañada por un guapo y musculoso joven. Antes de que el coronado marido pudiera decir algo le explica la señora: “Leí en un periódico que más personas se ahogan en la bañera de su casa que en las albercas públicas. Por eso contraté un salvavidas”... Dicen los enterados: “Las cosas andan mal en el país”. Y es cierto. El panorama es en verdad desolador. Estamos pagando a precio de oro el costo de la democracia: nuestra política es pobre, pero nuestros partidos políticos son ricos. El problema de la inseguridad crece cada día. Los artículos de primera necesidad se han encarecido en modo tal que muchos mexicanos tienen problemas ya para dar lo necesario a su familia. No se han cumplido las expectativas de crecimiento económico y la tasa de desempleo es grande. Se advierte un sentimiento de desánimo en la población. A veces cuesta trabajo ser optimista, pero tenemos también razones para la esperanza. A pesar de todo nuestras instituciones, con todos sus defectos, siguen funcionando. Si nos mantenemos en la paz; si rechazamos toda forma de violencia; si no caemos en el populismo demagógico y autoritario; si aprendemos a respetar la Ley; si hacemos de la educación la principal tarea de México, iremos logrando poco a poco hacer de México un país mejor. Es el deseo de quien tiene más deseos de verlos que de escribirles... Himenia Camafría, madura señorita soltera, acudió a la consulta de un psiquiatra. Le dice: “Todas las noches sueño que estoy en una isla desierta con 20 hombres salvajes. Se van a lanzar sobre mí y entonces me despierto”. Le dice el analista: “Voy a aplicarle un tratamiento hinpnótico para que no tenga ya ese sueño”. “¡Oh no! -se alarma la señorita Himenia-. ¡Deme un tratamiento para no despertarme!”... Don Astasio le cuenta a un amigo: “Descubrí que mi mujer me engaña. Y no con un solo hombre, sino con dos”. El amigo le dice. “Mira el lado bueno del asunto, Astasio: tu esposa necesita dos hombres para reemplazarte”... Don Crésido, riquísimo señor, se casó con Nalgarina Grandchichier, vedette de moda. La noche nupcial el magnate entró en el baño a fin de disponerse para la ocasión. Cuando salió vio algo que lo dejó estupefacto: su flamante mujercita lo esperaba junto a la cama completamente en peletier, dispuesta ya para el evento principal. Pero tenía puestas en sus encantos distintas etiquetas. En el busto tenía una que decía: “Mil pesos”. En las pompas ostentaba otra que decía: “3 mil pesos”. Y en otra cierta parte tenía una tercera etiqueta que decía: “5 mil pesos”. Menea don Crésido la cabeza tristemente y luego dice: “Ahora ya no tengo ninguna duda, Nalgarina: te casaste conmigo por mi dinero”...