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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

CATÓN

En el programa de preguntas y respuestas el concursante iba a participar en el tema “Costumbres amorosas de los pueblos de la antigüedad”. Se le permitió llevar un asesor, y él escogió a un francés, pues ya se sabe que los hijos de la Francia son expertos en esos menesteres. Le pregunta el conductor al concursante: “Si usted hubiese vivido en el Imperio Babilónico, y hubiera desposado a una mujer, ¿en qué tres partes del cuerpo habría tenido que besarla, conforme a los ritos nupciales de los babilonios?”. “En los labios...” -empieza el concursante. “Muy bien” -dice el conductor. “En el cuello...” -prosigue el otro. “Perfecto -lo anima el locutor-. Le falta sólo una”. El concursante vacila y se vuelve hacia su asesor. Le dice el francés muy asustado: “¡A mí no me preguntes, mon ami! ¡Ni siquiera atiné en las otras dos!”... A aquella mucha le decían “La Mala Estudiante”. Estaba re-probada... El primer día que pisé la redacción de un periódico en calidad de reportero novel, el director de la publicación me dijo: “Puedes escribir lo que quieras. Pero hay tres figuras que debes respetar, y no decir nunca nada malo de ellas: la Virgen de Guadalupe, el Presidente de la República y el Ejército Nacional”. De esto hace casi medio siglo. Ahora a la Virgen Morena le ponen la cara de Marilyn Monroe; al Presidente de la República lo dejan sus opositores como palo de gallinero, lazo de cochino o trepadero de mapache, y el Ejército se ve sometido con frecuencia a duras críticas. ¡Pero ahora no podemos hablar de los candidatos que postulan los partidos! Una viciosa ley electoral les ha dado el carácter de entes sagrados que antes tuvieron la Guadalupana, el Presidente y el Ejército. Un ciudadano común y corriente no puede contratar tiempo en la radio o la televisión para emitir su juicio sobre tal o cual candidato. Ya de ninguno se podrá decir que es un peligro para México, aunque en verdad lo sea. Yo digo que el verdadero peligro para México está en limitar la libertad de expresión de los ciudadanos, y dar a esa limitación carácter constitucional para que nadie pueda inconformarse contra ella. Los mexicanos tenemos ahora el absurdo jurídico más grande que es dable concebir: una Constitución anticonstitucional. Estamos peor que en los pasados tiempos: antes teníamos solamente tres figuras intocables, y ahora es intocable todo político que se postule para un puesto público o de representación. No cabe duda: en lo que hace a la libertad de expresión estamos ligeramente jodidísimos... “¡Mami, mami! -le dice el pequeñito a su mamá-. ¡Mi papi colecciona insectos!”. “No sabía eso -responde la señora-. ¿Por qué dices que colecciona insectos?”. Explica el pequeñín: “Siempre les dice a sus amigos que le gusta ir a un bar del centro porque ahí hay mariposillas”... El maestro de Química explicaba las propiedades de la naftalina, y sus aplicaciones domésticas. Una de las alumnas dijo no conocer esa substancia. Le pregunta el profesor: “¿Ha visto usted las bolitas de las polillas?”. “Nunca, maestro -responde la muchacha-. No tengo lupa, y las tienen muy chiquitas”.... Dos recién casadas comentaban sus experiencias, especialmente las relacionadas con la noche de bodas. Dice una: “Leovigildo manejó todo el día el pobrecito. Más de 500 kilómetros manejó sin descansar. Cuando llegamos al hotel se tiró en la cama y se durmió al segundo”. “Pitoncio también -comenta la otra-. Pero él se durmió hasta el tercero”... (No le entendí)... FIN.

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