Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, le agarró las pompas a su esposa cuando salía de la regadera, y le dijo con burlón acento: “Si éstas estuvieran firmes no necesitarías usar faja”. Ella sintió la ofensa, pero no contestó nada. Días después el majadero tipo le agarró las piernas a la señora y le dijo: “Si éstas estuvieran firmes no necesitarías usar medias elásticas”. Tampoco respondió ella. Y una semana después, cuando la señora salía de ducharse, el vil Capronio le agarró las bubis y le dijo con el mismo tono grosero: “Si éstas estuvieran firmes no necesitarías usar brasiére reforzado”. La señora no pudo aguantar más. Le agarró a Capronio la entrepierna y le dijo: “Y si ésta estuviera firme yo no necesitaría usar a tus amigos”... El Consejo Coordinador Empresarial hizo pública la indignación de sus asociados por las condiciones de inseguridad en el país. Los empresarios, al exigir que el Estado cumpla su obligación de proteger a la ciudadanía, dan voz a la inquietud de todos los mexicanos. Quienes firman esa declaración dicen que la impunidad es el principal enemigo que tiene el Estado de Derecho. En eso les asiste la razón. Hay países -Estados Unidos, por ejemplo- donde los miembros de las corporaciones policiacas se desesperan porque los delincuentes a quienes apresan y ponen a disposición de la justicia, a veces con riesgo de su vida, escapan de la ley en virtud de artimañas de abogados diestros en aprovechar las lagunas de la ley, o simples omisiones administrativas, para sacar a sus defendidos sin castigo. En México la situación es diferente. Se supone que la Policía es la línea de defensa que está entre la gente de bien y la gente de mal. En nuestro país esa línea no existe, o es sumamente relativa. Con frecuencia los encargados de dar protección a los ciudadanos están en connivencia con los delincuentes. Dicho de otra manera, muchas veces los policías son parte de los malos. Eso explica la razón por la cual los criminales operan muchas veces a cielo abierto. La mayoría de sus acciones no podrían darse sin la complicidad de autoridades policíacas que están más comprometidas con los violadores de la ley que con los ciudadanos. La buena preparación y -sobre todo- la honestidad de los encargados de la seguridad pública son el primer requisito para que la lucha contra la delincuencia rinda resultados. Bien lo dice la publicación del Consejo Empresarial: “Es inaceptable que la ciudadanía sea abatida con los mismos instrumentos que debería utilizar el Estado para defenderla”. Esperemos que el llamado que hacen los empresarios sea escuchado por quienes no pueden ya evadir su responsabilidad en el principal problema que ahora tiene México: el de la falta de seguridad... Afrodisio, hombre sensual, casó con Dulcilí, ingenua joven sin ciencia de la vida. La noche de bodas ambos se entregaron a los deliquios de su nuevo estado. Experto él, ansiosa ella por conocer los misterios del amor, repitieron una y otra vez -y otra- la gozosa entrega de su intimidad. Salía ya el sol cuando Afrodisio dejó el tálamo para darse un regaderazo. Al terminar notó que no había toallas, y le pidió a su flamante mujercita que le alcanzara una. Ella abrió la puerta del baño para dársela, y por primera vez miró en la luz el cuerpo de su amado. Detuvo su mirada en la parte media, y preguntó con inquietud: “¿Qué es eso?”. Le responde con un sonrisa el desposado: “Es lo que anoche nos hizo gozar tanto”. Pregunta desolada Dulcilí: “¿Y eso es todo lo que nos quedó?”... FIN.