Una pregunta: ¿eres hombre o mujer? La respuesta está abajo... Aquel sujeto se presentó ante el juez: quería divorciarse de su esposa. Le dice el juzgador: “Sé que hay cien razones para casarse con una mujer, y mil para divorciarse de ella. Pero dígame: ¿por qué quiere usted el divorcio?”. Responde el individuo: “Mi esposa tiene una hermana gemela. Ambas son idénticas, exactamente iguales. Y sucede que cuando mi cuñada nos visita, a veces me equivoco, y creyéndola mi mujer le hago el amor”. Pregunta el letrado, suspicaz: “Pero ¿cómo puede usted equivocarse así? Supongo que entre su esposa y su cuñada hay alguna diferencia”. “Y grande, señor juez -contesta el hombre-. Por eso quiero divorciarme de mi esposa”... El nieto de Drácula llegó al castillo de la familia cuando empezaba a amanecer. Traía los colmillos llenos de sangre. Le dicen orgullosos su padre y su abuelo: “Se ve que anoche te fue bien. ¿Dónde estuviste?”. El muchacho los lleva a la ventana norte y les indica señalándoles un castillo situado al fin del valle. “¿Ven aquel castillo?”. “Sí” -responden los vampiros. “Pues ahí -dice Drácula nieto- le chupé la sangre a una doncella”. La noche siguiente Drácula padre llegó con los colmillos y la boca llenos de sangre. “Se ve que anoche te fue bien -le dicen el nieto y el abuelo-. ¿Dónde estuviste?”. Drácula padre los lleva a la ventana sur y les señala un castillo cuyas torres sobresalían entre los árboles del bosque. “¿Ven aquel castillo?”. “Sí” -responden los vampiros. “Pues ahí -dice Drácula padre- les chupé la sangre a dos doncellas”. La siguiente noche Drácula abuelo llegó con los colmillos, el rostro, el cuello y el pecho llenos de sangre. Su hijo y su nieto le dicen con admiración: “Se ve que anoche te fue bien. ¿Dónde estuviste?”. El abuelo Drácula los conduce a la ventana oriente y les muestra un castillo cuya silueta se recortaba sobre el perfil de la montaña. Les pregunta: “¿Ven aquel castillo?”. “Sí” -responden los otros dos vampiros. Y dice Drácula abuelo: “Pues yo no lo vi”... Otra vez se escuchan voces que piden la instauración en México de la pena de muerte. La violencia que los delincuentes han desatado contra la sociedad, la desmesura de algunos de sus crímenes -en verdad todo crimen es una desmesura-, explican esa petición, que surge de una sociedad al mismo tiempo indignada y llena de temor. Y sin embargo hay que decir que la pena de muerte no arreglaría nada, antes bien aumentaría el ambiente de violencia en que hoy vivimos. En ningún país del mundo la pena de muerte ha servido para frenar la criminalidad. Menos aún serviría en un país como México, donde la función judicial está sujeta a tantas eventualidades -entre otras las que derivan de la corrupción-, y donde el imperio de la ley es cosa relativa. Pensemos más en la justicia social que en la penalidad. Mientras México no sea un país justo la violencia seguirá siendo amenaza continua para los ciudadanos... En la noche de bodas el anheloso novio vio por primera vez al natural a su flamante mujercita. De inmediato echó mano a su cámara. “¡Tu cuerpo es tan hermoso -le dijo a la muchacha- que quiero conservar su recuerdo para siempre en una fotografía!”. Poco después él se presentó ante ella al natural. De inmediato la muchacha le pidió la cámara, y le tomó otra foto. Él, halagado, le pregunta: “¿Para qué quieres la fotografía, cielo mío?”. Responde ella, mohína: “Para amplificarla”... Una pregunta: ¿eres hombre o mujer? Pero, dime: ¿qué buscas aquí? ¡Ya te dije que la respuesta está abajo!... FIN.