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De política y cosas peores

Por Armando Camorra

Ésta es una acción de gracias a Querétaro y a los queretanos. ¡Qué ciudad tan hermosa, y qué gente tan llena de bondad! Fui allá a presentar mi más reciente libro: “De abuelitas, abuelitos y otros ángeles benditos”, editado por Diana, del gran Grupo Planeta. Cuando entré en el bello recinto del Centro Cultural “Manuel Gómez Morín” el generoso público me recibió con ovación que parecía interminable, y al final se puso en pie para aplaudir con generosidad mi perorata. Más de una hora y media estuve firmando libros, entre ellos el de don Luis. H. Ducoing, ex gobernador de Guanajuato, y su muy distinguida esposa, que tuvieron la paciencia de hacer la larga fila para obtener mi autógrafo. Con ellos evoqué a la familia García Briones, especialmente a Chelo y a Lolita, que de San Luis de la Paz fueron a mi ciudad, Saltillo, y dejaron ahí recuerdos imborrables. Visité los lugares queridos; degusté las sabrosas viandas de la tierra, y en la antañona plaza donde está la fuente que llaman “de los perros” miré caer la lluvia. ¿A quién debo esos gozos queretanos? A uno de los mejores libreros que hay en México: Francisco Javier García Muñoz. En verdad son dos libreros, hermanos gemelos además, e idénticos, Javier y Paco. Los ves uno junto al otro y no los puedes distinguir. Pienso que ni ellos mismos se reconocen entre sí: a lo mejor Francisco es Javier, y viceversa. Ambos tienen la locura de los libros. Esa misma locura tuvo don Quijote, que se vengó de los curas y barberos que le quemaron sus amados libros dando vida al libro más amado de cuantos en el mundo hay. Estos libreros hermanos —estos hermanos libreros— se han propuesto desacralizar al libro, quitarle lo solemne, acercarlo a la gente y hacer que la gente vaya a él. Para eso se valen de trucos fantásticos y peregrinos. Un libro que trata de la muerte lo presentan en el panteón, de noche; y a otro que versa sobre la vida airada le hacen la presentación en algún table dance. A gente como ellos se debe que sea Querétaro la ciudad que más librerías tiene per cápita en toda la República, y que los queretanos sean gente de lecturas, y por lo tanto de escrituras. En Querétaro viven dos grandes señores: Edmundo González Llaca, a quien admiro porque lo conozco, y Hugo Gutiérrez Vega, a quien admiro aun sin conocerlo. Dios me guarde la vida para volver a Querétaro otra vez. De la mano de Xavier Cházaro, entrañable amigo que tiene voz de trueno y corazón de música, y de su amada compañera Sajarula, hermosa dama aromada con flores de lavanda, iré con mi mujer a las misiones de la Sierra Gorda, y por esos caminos de la fe quizás encontraré el camino. Gracias, pues, a Querétaro, y gracias a los queretanos -los de nacencia y los de voluntad- por preservar para nosotros el señorío y las bellezas de esa ciudad hermosa y señorial... Le dijo ella a él: “Lo haremos de pie sobre una hamaca. No quiero que pienses que soy una mujer fácil”... El consejero matrimonial le indica a la pareja: “El matrimonio es una relación de toma y daca”. El señor se preocupa: “Entonces mi mujer y yo andamos mal: yo tomo mucho, y ella no daca nada”... Decía Capronio: “¡Claro que ayudo a mi esposa en las tareas domésticas! Levanto los pies cuando ella anda aspirando”... Aquel tipo les preguntó a sus hijos si pensaban que debía hacerse la vasectomía. Los 19 opinaron que sí... Si un recién casado se ve feliz, todo mundo sabe por qué. Si después de 20 años de casado se ve feliz, todo mundo empieza a sospechar por qué... Ante la tumba de su marido decía la viuda, gemebunda: “¡Sólo me dejaste un hijo! ¡Y a lo mejor ni siquiera es tuyo!”... Babalucas le pregunta a la muchacha de tacón dorado: “¿Cuánto cobras?”. Responde ella: “Depende del tiempo”. Y Babalucas: “Digamos lloviendo y con neblina”... FIN.

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