Lord Feebledick llegó de la cacería de la zorra y sorprendió a su mujer, lady Loosebloomers, en apretado lance de fornicio con Wellh Ung, el fornido muchacho encargado de la cría de faisanes. “Bloody me! -exclamó lord Feebledick, que no olvidaba los juramentos aprendidos en Calcuta-. ¡Desvergonzado joven! ¡Y en horas de trabajo! Descontaré de tu salario el tiempo que, calculo, has dedicado a este ilícito menester. Y ahora, sal de mi casa inmediatamente”. “Ay, Feebledick interviene en ese punto lady Loosebloomers-. ¿Has olvidado acaso la buena educación? ¿No ves que está lloviendo fuertemente? ¡Por lo menos préstale tu paraguas al muchacho!”... Terminado el trance de libídine el Lobo Feroz le dice a Caperucita: “Es cierto, linda. Alguna vez tuve la intención de comerte. Pero luego creciste y...”... Sucede que estamos hartos ya de la violencia y de la inseguridad. Sucede que sabemos que muy frecuentemente esa inseguridad y esa violencia tienen su origen en las mismas corporaciones cuya supuesta labor es proteger a la ciudadanía. Sabemos que desde hace mucho tiempo se ha establecido una viciosa connivencia entre delincuentes y ciertas autoridades que se corrompieron y corrompieron su función. Sabemos que los criminales actúan ya a cielo abierto, sin que parezcan tener temor alguno de la Ley y de los encargados de aplicarla. Sucede que sabemos que vivimos en un régimen de impunidad y que el dinero sirve para evadir la cárcel o para vivir en ella principescamente. Sucede que conocemos bien toda esa situación. Por eso se manifiesta la inconformidad de la gente común -no de “los pirruris”-, que exige a los gobernantes cumplir el primer deber que tienen frente a los gobernados: garantizarles su seguridad; la integridad de sus vidas y de sus patrimonios; hacer honor a su responsabilidad en tal manera que los ciudadanos puedan vivir y trabajar en paz, en un ambiente donde el delito sea la excepción y no la regla. Ojalá esa manifestación de la voluntad de los ciudadanos sea vista y oída por quienes tienen poder de mando o de representación. Ojalá esta muestra de inconformidad sea base para que se tomen medidas eficaces que frenen esta ola de criminalidad que se ha abatido sobre México... Un joven de afectados modales y un muchacho estaban en una esquina. Llega un señor que no traía reloj y les pregunta: “Perdonen: ¿son las dos?”. “No, -responde el joven-. Nada más yo. Él me estaba preguntando una dirección”... Nalgarina Grandchichier, mujer de exuberantes redondeces tanto en la región frontal como en la posterior, le comentó a una amiga: “Mido 1.60 de estatura, sin ropa”. “Oye -se extraña la otra-. Para saber tu estatura no necesitas quitarte la ropa”. “Eso fue lo que le dije al doctor -afirma Nalgarina-, pero él insistió en medirme sin ropa”... Regresó la recién casada de su luna de miel. Le dice con entusiasmo a su mamá: “¿Recuerdas, mami, que siempre te dije que Pitoncio tenía un no sé qué? ¡Ahora sé que tiene un sí sé qué!”... Al comenzar la noche de bodas el novio dejó caer la sedeña bata que lo cubría y se dejó ver por primera vez al natural frente a su flamante mujercita. Lo mira ella y exclama con acento de mortificación: “¡Caramba! Ojalá por lo menos haya buenos programas en la tele!”... La mamá de Pepito salió embarazada. El papá quiso darle la noticia a su hijo en forma delicada. Le preguntó: “Si tu mami tuviera un bebé ¿qué cara pondrías?”. Responde el muchachillo: “Si el bebé se pareciera al vecino ¿qué cara pondrías tú?”... Un tipo le cuenta a otro: “Anoche vi a tu esposa en una fiesta”. “¿Ah sí? -se extraña el otro-. ¿Qué ropa llevaba?”. “No sé -contesta el tipo-. Me salí antes de que los invitados se vistieran”... FIN.