Aquello fue un milagro médico que llamó la atención del mundo entero: doña Nonilia, señora de 90 años, dio a luz un bebé. Cuando la feliz madre y su robusto crío estuvieron ya en su casa, las asombradas amigas de la parturienta acudieron a conocer al niño. “Voy a traerlo” -dijo ella. Regresó, pero sin el niño. “Esperen un poco” -les rogó. Siguió un rato de conversación, y ellas pidieron otra vez: “Por favor, ya enséñanos a tu bebé”. Salió otra vez doña Nonilia, y volvió de nuevo sin su hijo. “Esperen otro poco” -les pidió. Pasó media hora, y las amigas renovaron una vez más su petición: “Venimos a conocer a tu bebé. ¿No nos lo vas a mostrar?”. Responde ella, apenada: “Para que pueda yo enseñarles el bebé tendremos que esperar a que llore”. “¿A que llore? -se sorprenden todas-. ¿Por qué?”. Contesta doña Nonilia muy mortificada: “Porque no me acuerdo dónde lo dejé”... Don Martiriano, el sufrido esposo de doña Jodoncia, hizo su testamento. Indicó: “Dejo todos mis bienes a mi esposa, a condición de que se case a más tardar un año después de mi muerte”. El notario le preguntó con extrañeza: “¿Por qué pone usted esa condición?”. Explica don Martiriano: “Para que por lo menos haya un hombre sobre la tierra que lamente mi fallecimiento”... Desde hace mucho tiempo no aparecía por aquí uno de los personajes favoritos de esta columnejilla: Estaca Brown. Ese señor sirve para señalar la dificultad de que suceda algo. ¿Se civilizarán alguna vez los diputados? Estaca Brown. ¿Tendremos algún día una izquierda moderna, liberal y democrática? Estaca Brown. ¿Llegará México, siquiera sea en un siglo venidero, a ser un estado de derecho? Estaca Brown. Y la interrogante que ahora muchos se hacen: podrá Barack Obama vencer los prejuicios y oscuros odios que prevalecen en algunos sectores de la sociedad norteamericana, y ganar la presidencia de los Estados Unidos? Estaca Brown. Ciertamente la elección de Obama sería lustral: borraría, como el bautismo, todos los pecados cometidos en ese país por causas de racismo y discriminación. Darían los estadounidenses un bello ejemplo al mundo, e instaurarían una época luminosa, una especie de nuevo Camelot con la esperanza de un mundo más justo, más digno, más humano. Desde luego yo estoy con ese sueño. Pero oigo la voz de Estaca Brown, hombre pragmático, realista y dado al pesimismo, y me pregunto si la sociedad norteamericana tendrá la grandeza de alma y la fortaleza interior que se requieren para dejar atrás un pasado que en muchos de sus ciudadanos está presente todavía. Si Obama ganara la elección presidencial eso sería, igual que la llegada del hombre a la Luna, un gran salto para la humanidad... El próximo domingo voy a contar aquí una historia que tiene nombre poético: “La flor”. Miles de cuentos he relatado aquí, pero éste se destaca por su alto contenido de erotismo y por su gran enseñanza moral. ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores!... Sor Bette llevaba ya tres días con un hipo que no se le quitaba. Un médico fue al convento y la examinó. “Lo que pasa -le dijo- es que está usted embarazada”. Sor Bette salió espantada de la habitación. A poco llegó la madre superiora y le preguntó al doctor: “¿Qué le dijo a Sor Bette que la asustó tanto, y que la tiene hecha un mar de lágrimas?”. Responde el facultativo: “Le dije que estaba embarazada”. “¿Y lo está?” -se consterna la reverenda. “Desde luego que no -responde con una sonrisa el médico-. Pero ¿verdad que se le quitó el hipo?”. “Sí se le quitó -replica con sequedad la superiora-. Pero al padre capellán le dio un infarto”... FIN.