El encargado de la librería le ofrece a la señora: “Este libro es muy bueno. Se llama ‘El cardenal’”. “No leo libros religiosos” -responde secamente ella. “Perdone usted -aclara el librero-. El libro es acerca del pájaro”. Y exclama escandalizada la mujer: “¿Pornografía católica? ¡Menos!”... Murió un viudo, y al llegar al otro mundo se vio frente a unas puertas de oro y de marfil. Aparece San Pedro, portero de la morada celestial, y le dice: “Puedes entrar”. Pregunta con suspicacia el tipo: “¿Qué lugar es éste?”. Responde el apóstol de las llaves: “Es el Cielo”. Inquiere otra vez el recién llegado: “¿Está aquí mi mujer?”. “¿Cómo se llama?” -pregunta San Pedro abriendo su gran libro. Contesta el tipo: “Se llama Capronia Jodyjode”. Busca el portero en los registros y dice: “No; no está”. Al oír eso el hombre cruza la puerta y dice con una gran sonrisa: “Entonces sí es el Cielo”... Dos borrachines iban por la calle. Se detiene uno de ellos y se pone frente a la pared. Poco después llama a su compañero de beodez y le pregunta: “¿Qué tengo en la mano derecha?”. “Nada” -responde el otro. “Muy bien -dice el primero-. Y en la mano izquierda ¿qué tengo?”. Contesta su amigo: “Nada, tampoco”. “¡Caramba! -exclama desolado el borrachín-. ¡Ya me mojé otra vez los pantalones!”... Babalucas fue a la tienda a devolver una corbata. Explica: “Me quedó apretada”... Avaricio Cenaoscuras, el hombre más agarrado de toda la comarca, fue invitado por un amigo suyo, rico él, a pasar una semana en Cancún, en un hotel de los de todo incluido. Tanto comió Avaricio que un día cayó desmayado en medio del comedor. “¡Rápido! -pide el capitán de meseros-. ¡Échenle agua para que vuelva en sí!”. Cenaoscuras abre un ojo y dice con enojo: “¿Agua? Oiga, amigo: todo está incluido. Que me echen cerveza, de perdido”... Tres señoras que no se conocían entre sí trabaron conversación junto a la alberca de un hotel en Miami. Dice la primera: “Me apellido Vanderbilt. Mi esposo es abogado en Washington; gana un millón de dólares al año. Pasamos aquí todo el verano”. Dice la segunda: “Me apellido Astor. Mi esposo es banquero en Boston; gana tres cuartos de millón de dólares al año. Siempre pasamos aquí un mes”. Dice la tercera: “Me apellido Smith. Mi marido tiene una pequeña tienda de abarrotes en Brooklyn. Cuando el negocio va bien gana 5 mil dólares al año. Éstas son nuestras primeras vacaciones. Venimos en el sistema de viaje ahora y pague después. Estaremos aquí un par de noches”. La señora que había hablado primero se vuelve hacia la que habló en segundo lugar y le pregunta arqueando una ceja: “Dime, querida: ese apellido, Smith, ¿es puertorriqueño?”... Llegó sir Galahad de la cruzada, y le dice a lady Uglicia, su fea esposa: “¿Qué crees, vieja? ¡En la guerra se me perdió la llave de tu cinturón de castidad!”... Un individuo fue con un yerbero, pues sufría de dolores musculares. Le aconseja el hombre: “¿Por qué no recurre usted a la ruda?”. “¡No! -se asusta el individuo-. ¡Mi vieja me deja peor!”... Un jockey del hipódromo, hombrecito de 1.30 de estatura, empezó a salir con una jugadora de basquetbol, mujerona con altura de 2.10. A poco de comenzar aquella relación ella la dio por terminada. “¿Por qué?” -preguntó desolado el chaparrín. Contesta ella: “Cuando un hombre me hace el amor me gusta que me mire a los ojos, no al ombligo”... Susiflor fue asaltada en un oscuro callejón por un sujeto que se bajó el pantalón y lo demás. Grita con fuerza Susiflor: “¡Me va a robar este hombre! ¡Me va robar!”. Le dice el individuo con burlón acento: “¿Qué no estás viendo? No te voy a robar, te voy a violar”. Replica Susiflor: “Si me vas a violar con eso, entonces me vas a robar”... FIN.