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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

La señora le dice a su marido: “Necesito otra plancha”. Pregunta el esposo: “¿Qué le pasa a la que tienes?”. Responde la mujer: “Le pasa lo mismo que a ti: tarda mucho en calentarse; muy pronto se le acaba el calor, y ya no tiene resistencia”... Venancio recibió en su casa la visita de su amigo Curro. Escanció un par de chatos de manzanilla y puso unas aceitunas frente al visitante. Dice el tal Curro: “En realidad acabo de comer. Solamente voy a picar”. Y así diciendo se comió todas las aceitunas. Fue Venancio y trajo unas lonchas de jamón serrano. “Te dije que acabo de comer -vuelve a decir el Curro-. Solamente voy a picar”. Y se acabó todo el jamón. En seguida colocó Venancio en la mesa un plato de sardinas en aceite. “Acabo de comer, ya te lo dije -repite el Curro-. Picaré nada más”. Y se zampó todas las sardinas sin dejar una. En eso entró la esposa de Venancio. “Mira, Curro -le dice Venancio al Curro-. Te presento a mi mujer. ¡Pero si quieres picar te vas a tener que ir a la plaza de toros!”... Ovonio Grandbolier era un irresponsable que nunca trabajaba. Cierto día llegó a su casa y le dijo a su señora: “Fui al circo y vi a una mujer trapecista que sostiene a su marido con los dientes”. “¡Bah! -se burla ella-. ¡Yo te sostengo a ti con otra cosa, y ni presumo!”... Hermosa revista es ésta que se llama “Sin-cuenta y más...”. Enseña el arte de vivir la madurez con plenitud; en ella encuentra uno conocimientos y amena diversión. He aquí que “Sin-cuenta y más...” publicó un artículo sobre quien esto escribe. Lo titula “Un abuelito con mucho ángel”. Ana Laura Ramírez Ramos me hizo una espléndida entrevista que concluye con estas palabras mías: “... Lo que mueve mi vida es el amor, especialmente el amor a mi familia, mi fe en Dios, el amor que le tengo a México, el cariño que siento por mi prójimo, por toda la gente. Todos esos amores juntos me han dado esa forma de plenitud que algunos llamarían la felicidad. Por eso no soy un solitario, sino un solidario. Un sólo cambio de letra transforma la vida. La mejor manera de ser feliz es dar felicidad a quienes nos rodean...”. Gracias a “Sin-cuenta y más...”, a su director general, el doctor Ignacio J. Orozco, y a Ana Laura, por haberme juzgado merecedor de estar en las páginas de esta publicación tan útil y tan bella. Y gracias también por haber puesto mi nombre en la portada al lado del de Beatriz Paredes, una señora a la que admiro y respeto por su talento y su cultura... Palmerio Hogano, el profesional del club de golf, llegó todo mohíno al hoyo 19, que es el bar. Le dice al cantinero con tono desolado: “Acabo de perder con el señor Chinguetas”. “¿Cómo es posible? -se asombra el barman. ¡Tú eres uno de los mejores jugadores del mundo! Ganaste el Abierto de Estados Unidos, el Torneo de Profesionales de Inglaterra, el Gran Premio de Australia y la Copa Saltillo. ¿Y te ganó Chinguetas, que es el peor golfista en 100 mil yardas a la redonda?”. “Así es -confirma lleno de pesadumbre Hogano-. Me retó a jugar con apuesta. Yo no quería, pero él insistió. Acepté al fin, y para calmar mis escrúpulos le ofrecí una ventaja de 50 golpes. Me respondió que no necesitaba ventaja: únicamente quería tener derecho a dos picadas. Le pregunté qué era eso de ‘picadas’. Me dijo: ‘Ya lo verás’. No tuve inconveniente en concederle lo que pedía. Empezamos a jugar. Le tocó salir a él: lanzó la pelota a 15 yardas. Seguía yo. Iba a dar mi primer golpe. En el momento de hacer mi tiro Chinguetas se puso atrás de mí y con todas sus fuerzas me clavó la punta de su bastón en salva sea la parte. ‘¿Qué hace usted?’ -le pregunté furioso y dolorido. ‘Es la primera picada -me respondió-. Todavía tengo derecho a una más’. Por eso perdí. ¿Puedes jugar bien

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