Empieza esta columna con un cuento de gusto deplorable. Las personas que no gusten de leer cuentos de gusto deplorable suspendan en este mismo punto la lectura... Una señora fue con el médico y se quejó de que constantemente se le escapaban gases. El facultativo le pregunta después de examinarla: “Usted se ha hecho varias operaciones para restirarse la piel ¿no es cierto?”. “Así es, doctor -reconoce la mujer-. Me he hecho ya seis liftings”. “He ahí la causa del problema. -dictamina el médico-. Cuando cierra los ojos se le abre atrás”... El padre Arsilio estaba en la puerta del convento con la madre superiora cuando acertó a pasar por ahí una muchacha de tacón dorado. Con voz de retintín le dice al sacerdote: “Adiós, guapo”. Responde él: “Adiós, mujer bendecida”. La reverenda madre le reclama con enojo: “¿Cómo puede usted decirle ‘mujer bendecida’ a una mujer así?”. “No le dije ‘mujer bendecida’ -aclara el padre Arsilio-. Le dije ‘mujer vende sida’”... Pipo Lanarts es un crítico de cine completamente distinto a los demás: ¡algunas películas le gustan! Vio “Arráncame la vida”, y le pareció un excelente film, de lo mejor que el cine mexicano ha producido últimamente. La dirección de Roberto Sneider es de virtuoso; la actuación de Daniel Giménez Cacho en el personaje masculino principal es sencillamente extraordinaria, igual que las de Ana Claudia Talancón y Luis de Tavira; la ambientación, locaciones, vestuario y maquillaje son perfectos, lo mismo que el empleo de la música, con el Danzón Número Dos de ese brillante compositor que es Arturo Márquez. El guion, fiel a la magnífica novela de Ángeles Mastretta, retrata con fidelidad una época vibrante de la moderna historia mexicana. No olvidemos, sin embargo, que Pipo Lanarts es crítico, y ningún crítico que se respete deja de hallar siempre un prietito en el arroz, así esté juzgando la Venus de Milo, el Partenón de Atenas, el David de Miguel Ángel, el Hamlet de Shakespeare o la Novena Sinfonía de Beethoven. Pipo cree haber advertido un blooper en “Arráncame la vida”. En lenguaje cinematográfico un blooper, o blunder, es un error, una pifia, un disparate. Muchas películas famosas tienen bloopers. En “Lo que el viento se llevó” Scarlett va corriendo por una calle de Atlanta y pasa por una luz eléctrica, años antes de la invención de la bombilla incandescente. En “Forrest Gum”, cuyo argumento se sitúa en 1970, se ve a alguien leyendo el “USA Today”, periódico que sólo apareció hasta 1982. En una película de culto, “El hombre invisible”, con Claude Rains (1933), el personaje, invisible de no ser por la ropa que lleva, se desviste por completo para escapar de la policía, pero los agentes localizan sus huellas en la nieve. ¡Y las huellas son de zapatos! Pues bien: Pipo Lanarts cree haber advertido un blooper en “Arráncame la vida”. La protagonista femenina visita un cementerio, y la cámara muestra al paso una lápida mortuoria con un nombre: Felice Bonneto. Tal fue el nombre de un famoso corredor de coches deportivos, italiano él, que perdió la vida en Silao, Guanajuato, en la Cuarta Carrera Panamericana, efectuada del 19 al 23 de noviembre de 1953, años después de la época en que la película transcurre. Si Pipo está equivocado en su apreciación suplica se le saque de su error. En todo caso eso sería peccata minuta, mero prurito de empecinado crítico. Y ya se sabe lo que un crítico dice cuando contempla el mar: “Es impresionante, sí. Lástima que tenga tanta agua”. Nadie haga caso, pues, de aquella fútil observación de Pipo, y vayan todos a ver “Arráncame la vida”, muestra espléndida del buen cine mexicano que se hace hoy, tan distinto de aquél de malhadados tiempos en que la única motivación para ir al cine eran las palomitas de maíz... FIN.