El chango le propuso al elefante que escaparan del circo. El paquidermo se resistía a la fuga: temía ser detenido y castigado. Pero el mico lo persuadió por fin, y juntos salieron de la carpa un día. Echaron a caminar, e iban atravesando una huerta de manzanos cuando oyeron que venía gente en su persecución. Rápidamente el chango trepó a un manzano y se ocultó entre su ramaje y entre los rojos frutos del árbol. Clamó con desesperación el proboscidio: “Y yo ¿qué hago?”. “¡Sube a otro árbol!” -le aconsejó el mono. “¿Cómo puedo esconderme ahí? -gimió el elefante-. ¡Me van a descubrir!”. Replica el chango: “No si te pintas los éstos de rojo”... Yo, créanme ustedes, soy un hombre crédulo. No creo en mí mismo, es cierto, pero creo en la rosa, en la mujer y en Dios. (Sobre todo en la mujer). Creo en mi prójimo, en mi país y en el futuro. (De lo que dudo un poco es del pluscuamperfecto). A más de creer en esas cosas grandes creo también en cosas más pequeñas. Creo en los horarios de los aviones; en los pronósticos del tiempo, y en las estadísticas (únicamente en las del béisbol). Sin embargo -ustedes habrán de perdonar- no creo en Andrés Manuel López Obrador. Sé que últimamente ha hecho aportes de consideración a la vida nacional. De no haber sido por él la reforma energética habría sido imposición del Presidente en vez de ser diálogo plural. Y fue AMLO quien sugirió la construcción de una refinería que ahora el Gobierno presenta como iniciativa propia. A mis ojos, sin embargo, el margen de credibilidad de López Obrador, en una escala del uno al 10, se encuentra en cero. Si AMLO dice que el camino más cercano entre dos puntos es la recta que los une, no le creo. Si dice que el todo es mayor que una de sus partes, no le creo. Si dice que la semana tiene siete días yo pensaré que a lo mejor tiene ocho, o seis. Mi postura ante AMLO -como ante todo político- es la duda metódica que postuló Descartes. (También tengo mis dudas acerca de esa duda). Así las cosas, no le creo a López Obrador cuando dice que no aspira a participar en la próxima elección presidencial. ¿Cómo creerle eso si ya anda en campaña? También en la anterior pidió que lo diéramos por muerto, y luego se pasó de vivo. Pongo en tela de juicio, pues, la tal declaración de AMLO, y sugiero a quienes aspiran a ser el candidato presidencial del PRD que no den mucho crédito a ese lobo disfrazado con piel de lobo... Hacía mucho tiempo que no oía yo uno de aquellos cuentos que antes llamábamos “telones”. El que ahora sigue empieza en modo que puede sugerir salaces pensamientos, y luego tiene un final inocuo e infantil... Primer acto: se ve un pelito en una cama. Segundo acto: se ve el mismo pelito en esa cama. Tercer acto: el mismo pelito se mira otra vez en esa misma cama. ¿Cómo se llama la obra?.. “El vello durmiente”... El inspector escolar, un dómine severo y campanudo, hizo que Pepito pasara al frente del salón y le entregó la pata disecada de un pájaro. Luego le ordenó con grave voz: “A la vista de esa extremidad inferior de ave, diga usted, niño, el nombre científico y común del espécimen de que se trata, así como la familia y el género a que pertenece, con mención de las costumbres migratorias y hábitos de apareamiento de dicha ave”. “¡No manche, profe! -le contesta Pepito-. ¿Cómo puedo decirle todo eso con sólo ver la pata del chinchurriento pájaro?”. “¿Qué clase de lenguaje es ése, jovenzuelo? -se indigna el prosopopéyico mentor-. ¡Dígame su nombre y apellido, para reportarlo ante la autoridad!”. Pepito entonces se quita zapato y calcetín, y mostrándole al inspector el pie descalzo le dice: “A ver, caborón, ¡adivine!”... FIN.