“No puede uno confiar en las mujeres -le dice con disgusto un tipo a otro-. Anoche fui a pasear al parque. Una señora que se veía de buena clase social andaba trotando por ahí, y se sentó en la banca donde estaba yo, dizque a descansar un rato. Entablamos conversación. De pronto ella me dijo que yo le había atraído mucho; y para mi sorpresa empezó a besarme y a hacerme tocamientos lúbricos, hasta que con diversas artes, ejercidas todas con eminente maestría, me llevó al último éxtasis de la pasión. Jamás había yo tenido una experiencia sexual así de intensa. Tan embelesado estaba con aquel extremado trance erótico que no me percaté de que la mujer aprovechó mi arrobamiento para sacarme la cartera, con todo el dinero que llevaba, y las tarjetas de crédito. Además me quitó el reloj sin que me diera cuenta, y me sacó también las plumas de oro. Hasta que se fue me percaté del robo de que me había hecho víctima. Te digo: no puede uno confiar en las mujeres”. “¡Qué barbaridad! -se consterna el amigo-. Y tú ¿qué hiciste?”. Responde el otro: “Al día siguiente me compré otra cartera, otro reloj y otras plumas, y fui a buscarla de nuevo para repetir aquello, pero desgraciadamente ya no la encontré”... ¡Tercera llamada, tercera! ¡Principiamos! Hoy aparecerá mi más reciente libro: “La otra historia de México. Hidalgo e Iturbide: la gloria y el olvido”. Yo mismo lo presentaré. Me encontraré con mis cuatro lectores -o sea contigo- en la Feria Internacional del Libro, en Monterrey. Diré por qué un aprendiz de periodista -o sea yo- empezó a interesarse en la historia de nuestro país; de su asombro al descubrir en los relatos oficiales tantas deformaciones y mentiras; de cómo se decidió a buscar una visión distinta de nuestro pasado. La cita es hoy, domingo, a las 12 del mediodía en Cintermex. Ahí seguiremos la conversación que iniciamos con “Juárez y Maximiliano: la roca y el ensueño”. ¡Te espero, amigo lector, lectora amiga, para darte las gracias por tu afecto y tu constante apoyo!.. Dos mexicanos se fueron a vivir a los Estados Unidos. Hicieron una apuesta: después de un año se juntarían a ver cuál de los dos había asimilado mejor los modos de conducta y formas de pensar de los norteamericanos. Transcurrido el plazo se reunieron los dos a ver cuál de ellos había logrado norteamericanizarse más, si cabe esa expresión. Dice el primero: “Mi familia y yo estamos plenamente integrados ya a la vida y costumbres de los Estados Unidos. Mis hijos estudian en una escuela de habla inglesa. El menor será valedictorian al terminar su junior high; el mayor es quarter back del equipo de futbol americano; mi hija es presidenta del grupo de cheerleaders. Mi esposa es voluntaria en la sección local del GOP, y en la feria del 4 de julio ganó el concurso de apple pies. Yo soy socio de los Elks; colecciono dibujos de Norman Rockwell y canto en un barbershop quartet. Hemos asimilado cabalmente las costumbres, ideas y modos de pensar de los norteamericanos. Creo que te gané la apuesta”. “No -dice el otro-. Fuck you, greaser!”... Gamblino fue a Las Vegas, y se puso una borrachera de órdago. Al día siguiente despertó en un hotelucho de cuarta o quinta clase. A su lado roncaba la mujer más fea que había visto en su vida. Gamblino se asustó mucho al ver aquella horrible estantigua, pues no se acordaba de nada de lo que había hecho la noche anterior. Sin hacer ruido se vistió, y ya salía del cuarto cuando experimentó un vago escrúpulo. Regresó y dejó sobre el buró un billete de 50 dólares. Al ir de nuevo hacia la puerta sintió un tironcito en el pantalón. Volvió la vista hacia abajo, y vio acostada sobre la alfombra a otra mujer casi tan fea como la que dormía en la cama. Le dice ésta: “¿Y nada para la madrina de la recién casada?”... FIN.