¿Cuándo supo Pinocho que estaba hecho de madera? Cuando su partecita y su manita empezaron a echar humo y se encendieron... (No le entendí)... Salió embarazada la esposa de Capronio, sujeto ruin y desconsiderado. Con timidez dice a su ginecólogo: “Doctor: mi marido quiere saber si ahora que estoy embarazada puedo...”. Sonríe el facultativo. “Dígale a su esposo que sí puede. El embarazo no es obstáculo para el sexo”. “No -aclara la señora-. Él quiere saber si puedo seguir cortando el césped; lavándole el carro; subiéndole sus maletas al coche...”... Por estos días los mexicanos tenemos el penoso sentimiento de que la anarquía se ha apoderado de nuestro país. (Asoma las narices la anarquía y dice con burlesco tono: “¿Hasta ahora se dan cuenta?”). En efecto, vemos anarquía en las cosas del Gobierno; anarquía en las finanzas públicas; anarquía en la vida comunitaria, sobre todo en lo que atañe a la seguridad. Mucha gente añora los pasados tiempos, en que la prevalencia de un solo partido y la dominación de una voluntad omnímoda, la del Presidente de la República, imponían una especie de orden que ahora ya no existe. A cambio de vivir en una tranquila suciedad vivíamos en una sociedad tranquila. Ahora vivimos en una suciedad intranquila, y en una intranquila sociedad. El pensamiento es desolador, pero lo cierto es que el espíritu de los mexicanos se ve abatido, y nos posee el desánimo. Los augures predicen males aún mayores, especialmente en el terreno de la economía, y el horizonte se mira muy incierto. Evidenciada -cada día más- la falta de oficio político de los panistas; fracasada su primera gestión presidencial y vacilante la segunda, dos posibilidades se presentan en esta coyuntura. Una, el regreso a los pasados tiempos, los del PRI, cosa que muchos ya dan por segura; con una Presidencia de mano dura y un Congreso adicto al Presidente. Otra, el de la búsqueda desesperada de una nueva solución, con la llegada al poder de un caudillo popular -populista- que cambie de raíz el actual sistema mediante un gobierno autoritario. Las circunstancias están haciendo que se oiga el nombre de Beltrones, y que no pueda darse por muerto a López Obrador. Como se ve, los tiempos oscuros traen consigo oscuros vaticinios... Un caballero octogenario, viudo él, casó con una exuberante morena de 30 años. Los hijos del señor juzgaron que era un riesgo para la vida de su padre dejarlo en el mismo cuarto de la frondosa novia, de modo que determinaron que la noche de bodas durmieran los dos en habitaciones diferentes. Apenas la recién casada había apagado la luz para dormir cuando se abrió la puerta de su cuarto, entró el añoso señor y le hizo el amor en forma que ya la hubiera querido hacer un joven de 20 años. Cumplida ante el asombro -y deleite- de la dama la espléndida tarea, el veterano galán se retiró a su habitación. No había pasado una hora cuando otra vez se abrió la puerta, entró de nuevo el provecto desposado y dio a su esposa una nueva y brillante demostración de amor erótico-sensual. La mujer estaba al mismo tiempo sorprendida y extasiada. Regresó el valetudinario caballero a su cuarto, y la dulcemente cansada novia se dispuso a dormir, ahora sí. Pero apenas había acabado de conciliar el sueño cuando he aquí que la puerta se abrió por vez tercera. Entró el carranclón, y dio una nueva muestra de sus insólitos arrestos. Acabado aquel trance tercero, que se cumplió con más prestancia y con mayor enjundia que los anteriores, la muchacha no pudo ya ocultar su admiración. “¡Caramba! -dice llena de arrobo y entusiasmo-. ¡Ni un joven en plenitud de facultades habría podido hacer lo que usted ha hecho! ¡Qué extraordinario! ¡Lo hizo tres veces!”. Pregunta el anciano señor, desconcertado e inquieto: “¿Qué fue lo que hice tres veces?”... FIN.