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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando Camorra

Aquellos novios se casaron y fueron a disfrutar su luna de miel. Ella fumaba; él no, y siempre le había pedido a la muchacha que dejara el vicio. “Si sigues fumando -le decía- tus encantos no se van a desarrollar”. Llegada la noche en que se conocieron al natural, él le hizo notar a su flamante mujercita el reducido tamaño de sus bubis. “¿Lo ves? -le dice en broma-. Siempre te dije que si seguías fumando tus encantos no iban a crecer”. Pregunta la muchacha: “Y tú ¿has fumado alguna vez?”. “¡Jamás! -responde enfáticamente el desposado. “Entonces -le dice ella- ¿cuál es tu explicación?”... El astrónomo llegó a su casa y sorprendió a su esposa en brazos de un desconocido. “¿Por qué me haces esto, Mesalina! -le reclama con doliente acento-. ¡Jurabas que yo soy todo tu mundo!”. “Y lo eres, Galaxio -responde ella-. Pero tú mismo me has dicho siempre que hay otros mundos”... La señora regresó de un viaje. Su hijito le cuenta: “Papi y mí dormimos anoche en su cama”. La linda criadita lo corrige: “Papi y yo dormimos anoche en su cama”. “No -replica el pequeñín-. Lo de ustedes fue antenoche”... Esta es la historia de “El hombre con más buena suerte sobre la faz de la tierra”... Un individuo de origen italiano, llamado Bonaventura, caminaba por un oscuro callejón de Nueva York cuando vio brillar un extraño objeto entre las sombras. Lo recogió: era una lámpara metálica. Frotó el objeto aquel para limpiarlo, y he aquí que de la lámpara salió un genio de oriente. “Puedo concederte un deseo -dijo al hombre-. Pídeme lo que quieras”. Bonaventura respondió: “Siempre he querido tener la buena suerte que mi nombre indica”. “La tendrás” -prometió el genio. Salió del callejón Bonaventura, y lo primero que vio en la calle, ya con luz, fue un billete de 100 dólares tirado en medio de la acera. Lo recogió mientras pensaba: “Como principio no está mal”. Unos pasos más adelante miró un salón de apuestas. Entró y le apostó los 100 dólares a un caballo que pagaba 10 a uno, llamado Aladino. Ganó, y le entregaron los mil dólares. Con ellos fue a un casino de nombre “Omar Khayam”, y puso todo el dinero al número 7 en la ruleta. Volvió a ganar, y le entregaron 10 mil dólares. Siguió apostando, y ganó de tal manera que una hora después salió de ahí con 100 mil dólares. Decidió correrse una parranda, y le pidió a un taxista que lo llevara a la mejor casa de mala nota en la ciudad. El hombre lo condujo a un lugar elegantísimo donde había mujeres de todas las nacionalidades. Bonaventura dijo a la madame que siempre había querido estar con una dama que le hiciera gozar los intensos deliquios de erotismo que se describen en el Kama Sutra. La dueña lo llevó a una habitación en penumbra donde estaba una muchacha bellísima, sensual, y llena del oscuro misterio de los exóticos países. Con ella gozó placeres indecibles que no puedo describir aquí por el temor de despertar vagas inquietudes en quienes esto lean. Terminado el deleitoso trance la joven le preguntó a Bonaventura si había quedado satisfecho. Responde él: “Mucho, linda. Pero me distrajo un poco ese pequeño círculo rojo que ustedes se ponen en la frente”. Responde la muchacha: “Tu más ligera insinuación es orden para mí. Rasca ese lunar de modo que desaparezca”. El hombre de la buena suerte procedió a hacer la rascadura. Bajo el lunar notó algo. Le dice con una gran sonrisa a la muchacha: “No me lo vas a creer. ¡Me saqué un carro!”... FIN.

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