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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Armando camorra

Don Cornilio llegó a su casa una mañana. Al entrar vio sobre la mesa de la sala un grueso portafolios, unos libros y un sombrero de hombre. Subió a la recámara, intrigado, y encontró ahí a su mujer acostada en el lecho conyugal con un desconocido. “¡Infames! -prorrumpe don Cornilio, furibundo-. ¡Bribones! ¡Viles! ¡Canallas! ¡Gentuza despreciable, torpe y de evidente mal vivir!”. “Y esto no es nada, Cornilio -gime afligida la señora-. ¡También me vendió una enciclopedia!”. (Y de artes mecánicas, para colmo, que no tenía ninguna aplicación en el hogar)... No es que la caballada del PAN esté flaca para la próxima elección presidencial: es que el PAN no tiene caballada para esa elección. A menos que el apóstol Santiago o el arcángel San Miguel bajen del cielo a ofrecerse como candidatos, Acción Nacional tendrá problemas para encontrar una figura capaz de enfrentar a los figurones que aparecen desde ahora como posibles abanderados del PRI y el PRD. Desde luego el joven Mouriño ya no puede ser tomado en cuenta. Tanto él como personas muy cercanas a él han sido objeto de cuestionamientos por manejos que aparecen poco claros, donde los negocios y la política se han confundido en modo que ha dado lugar a suspicacias. Tampoco ninguno de los gobernadores panistas se mira hoy con la fuerza y personalidad que se requieren para figurar en esa máxima contienda electoral. Fracasada la gestión de Fox; borrosa e inconsistente la de Calderón, todo parece indicar que a esas dos administraciones panistas no seguirá una tercera. Esto no es una profecía: es simplemente un vaticinio, un pronóstico, un augurio, una predicción... Dos soldados de la Legión Extranjera se contaban uno al otro el motivo por el cual se habían alistado en ese peligroso cuerpo expedicionario. Dice el primero: “No tenía esposa. Amo la guerra. Entonces vine aquí”. Dice el segundo: “Tenía esposa. Amo la paz. Entonces vine aquí”... Doña Holofernes, mujer de don Poseidón, granjero acomodado, tenía en su casa un periquito. Tenía también gallinas en el corral, y todas las mañanas iba y les hacía un tacto introductorio con el dedo a ver si tenían huevo o no. Cierto día el loro entró en el gallinero en el momento en que doña Holofernes hacía su acostumbrado examen digital. En la penumbra del gallinero la señora inspeccionó al perico por error. Siente el cotorro el dedo y dice con apuro: “¡A mí poco a poquito, por favor, que no estoy acostumbrado!”... En el bar un tipo bebía su copa, triste y solitario. “¿Qué le pasa, señor?” -le preguntó el cantinero, que, como todos los de su oficio, sabía escuchar las penas y sufrimientos ajenos. Suave e terra magnum alterius spectare laborem. La frase es de Lucrecio (“Acerca de la naturaleza de las cosas”). Significa: “Es fácil ver desde la tierra la fatiga ajena”. Se refiere a los trabajos del marino que lucha contra la tempestad. Sin hacer caso de esta disquisición cultural mía el tribulado bebedor responde: “Todo lo tenía yo: una hermosa mujer; una preciosa casa; un automóvil de lujo; viajes; paseos; diversiones, todo. Y de repente ¡paf!, todo desapareció”. “¿Por qué?” -pregunta el tabernero. Responde el individuo: “Mi esposa se enteró”... Simpliciano, cándido joven sin ciencia de la vida, casó con Pirulina, muchacha que sabía de todo, y algo más. Antes de conducirla al lecho conyugal el desposado le pregunta con solemnidad: “Dime, Pirulina: ¿has entregado tu cuerpo alguna vez?”. “Sí -responde ella con loable sinceridad-. Pero fue a la fuerza”. “¿A la fuerza?” -se inquieta Simpliciano. “Así es -confirma Pirulina-. A la Fuerza Aérea”. (¡Qué barbaridad! ¡Y al parecer también estaba incluida la aviación civil, con helicópteros y todo!)... FIN.

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