Libidiano Pitongo, hombre proclive a la lubricidad y la libídine, fue a una clínica a que le hicieran un examen médico. Lo atendió una guapísima doctora de esculturales formas. Luego de pedirle que se desvistiera le puso la mano en la garganta y le ordenó. “Diga 33”. Dice Libidiano: “33”. La doctora le pone la mano en el corazón y le pide: “Diga 33”. Repite Libidiano: “33”. Luego la bella mujer le pone la mano en el estómago y le reitera la orden: “Diga 33”. Vuelve a decir Pitongo: “33”. Finalmente la hermosa profesionista le pone la mano allá donde les platiqué y le ordena: “Diga 33”. Y empieza Libidiano: “Uno... Dos... Tres...”... Astatrasio Garrajarra, ebrio con su itinerario, llegó a su casa midiendo paredes, o sea deteniéndose en ellas para no caer. Su esposa lo recibió con acritud. Le dijo hecha una furia, los brazos en jarras y el semblante descompuesto: “¡Son las 5 de la mañana!”. “¿Ah sí? -se interesa Garrajara-. Y ¿cuál es la temperatura?”... Una ingenua estudiante del conservatorio le contó muy llorosa a su mamá: “Tú me dijiste que la música amansa a las fieras, mami; pero cuando acabé de sacar mi violín del estuche Afrodisio ya estaba encima de mí”... Parece fantasía: en la Casa Blanca un negro. Frecuentemente sucede que los sueños se vuelvan pesadilla, pero es cosa de milagro que una pesadilla se convierta en sueño. Se va -se larga- ese hombre que a fuerza de ser tonto se volvió dañino, Bush, uno de los peores presidentes en la historia de Estados Unidos, quizá el peor, y llega alguien que por el solo hecho de llegar ha transformado ya la historia de su país. Algo como esto se antoja de novela, de política ficción. No hace mucho tiempo del asesinato de Martin Luther King, trágico fin de su lucha por los derechos civiles de la gente de color, y ahora Barack Obama alcanza la presidencia de su país en una elección de ésas que en el argot político norteamericano se llaman de landslide, de avalancha, por una gran mayoría de votos. El desarrollo y culminación de ese proceso electoral, y la elegante forma en que McCain reconoció la victoria del candidato demócrata son prueba inobjetable de la capacidad de cambio que permite al pueblo de Estados Unidos enmendar sus yerros y enderezar el rumbo. Con esto se fortalece una vez más la idea según la cual los errores que se cometen en la democracia se pueden corregir con más democracia. Los norteamericanos, pues, echan a andar por un nuevo camino de esperanza. Y con ellos también un mundo ansioso de estabilidad y paz. (Nota: en ese mundo de ansiedad quedan incluidos El Moquetito, Tamaulipas, y La Chingada -censores absténganse-, que así se llama un pueblo situado entre San Juan de los Lagos y Xalostotitlán)... La señora llegó a su casa y le informó a su esposo: “Dice el ginecólogo que no estoy embarazada. Que esta inflamación de vientre que traigo es puro aire”. El marido se enoja. “¿Qué se ha creído el caón? ¿Que esto que tengo aquí es una bomba de bicicleta?”. Pasó algún tiempo. Cierto día iba la señora por la calle empujando una carriola para gemelitos. La encuentra el ginecólogo y le pregunta: “¿Son sus hijos?”. “No, doctor -responde ella con acritud-. No son mis hijos, ni son hijos de nadie. Según usted, son dos explosioncitas de aire”... Llegó un señor de edad madura a una farmacia y le pidió al farmacéutico un frasco de Sex-Lax. El hombre se sonríe, y corrige al añoso caballero: “Querrá usted decir Ex-Lax. Es un laxante”. “No -insiste el cliente-. Quiero Sex-Lax. Con la salida no tengo problemas. Los tengo con la entrada”. (No le entendí)... FIN.