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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Simpliciano, joven inocente, les contó a sus amigos que se iba a casar con una muchacha muy conocida -demasiado- llamada Facilda Lasestas. “¿Cómo es posible? -exclama uno de ellos, consternado-. ¡Facilda se ha acostado con todo México!”. Pregunta Simpliciano: “¿La ciudad, el estado o el país?”... Lord Feebledick les mostraba a sus amigos sus trofeos de caza, disecados. “Este león -les dice-, lo cacé en África... Este oso lo cacé en Alaska... Este tigre lo cacé en la India... Este hombre lo cacé en el clóset de mi mujer”... Don Pecunio se hallaba a las puertas de la muerte. Le dice a doña Gorgolota, su mujer: “Ahora que me muera quiero que te cases con mi socio Avidio”. Protesta ella: “Si tú me faltas nunca me volveré a casar”. Insiste don Pecunio: “Cásate con Avidio, te lo ordeno”. “¿Por qué?” -pregunta doña Gorgolota. Explica el agonizante. “Estoy seguro de que me robó, y no tuve tiempo de vengarme en vida”... Eglogia, muchacha campesina, fue a la ciudad a trabajar. En la casa donde entró a servir como mucama había un guapo joven, el hijo mayor de la familia. El mocetón le echó el ojo a la zagala, y ella a él. Una mañana Eglogia estornudó, y el muchacho la hizo objeto de sus impulsos de libídine. Le dijo al terminar: “Ése fue tu castigo por haber estornudado”. Poco después estaba el apuesto galán en su recámara. Eglogia entró y le dijo con voz tímida: “Siñor, ya estornudé otra vez”... Hacía mucho tiempo que no se aparecía por aquí uno de los más conocidos personajes de esta columnejilla, el celebrado Ianni Tzingas. Dicho señor tiene por costumbre enviar misivas firmadas con su nombre a personas o instituciones a las que juzga merecedoras de amonestación, reprensión, admonición, reconvención, exhortación, recriminación o increpación. Hoy su mensaje va dirigido al llamado Partido Verde Ecologista Mexicano. Le dice lo siguiente: “¿Cómo es posible que una organización política cuyos principios postulan el respeto de la vida en todas sus manifestaciones abogue por la instauración de la pena capital? A lo largo y ancho del país -sobre todo a lo largo- se ven anuncios espectaculares en los cuales ese partido propone el establecimiento de la pena de muerte para asesinos y secuestradores. Ciertamente esos criminales merecen el castigo más grave prescrito por la ley, pero la legislación mexicana no contempla aquella pena irreparable, la de muerte, cuya eficacia para disminuir la criminalidad es cuestionada. Una propuesta así no está acorde con las ideas y programas de los partidos ecologistas en el mundo. Por eso, Partido Verde Ecologista Mexicano, quítate lo de ‘Verde’, lo de ‘Ecologista’ y lo de ‘Mexicano’, y llámate en adelante ‘Partido Negro’ nada más. Ianni Tzingas”... Los jefes de la mafia estaban cenando en cierto restorán. Entró de pronto un sicario de la banda enemiga, sacó una metralleta y los mató a todos rociándolos con las letales ráfagas de su arma. Se vuelve el asesino hacia el espantado mesero y le pregunta: “¿Me viste hacer eso?”. “Sí, señor -responde el infeliz temblando-. Sí lo vi”. El sicario lo acribilla también; lo deja hecho una coladera. Va el criminal hacia una mesa donde estaba una pareja joven. “¿Me vieron ustedes hacer eso?”. El muchacho, aterrorizado, acierta apenas a decir: “Sí lo vimos”. El hombre entonces los balea también, dejándolos sin vida. En seguida el asesino se dirige a la mesa que ocupaban unos casados ya maduros. Les pregunta con voz ronca y torvo gesto: “¿Me vieron ustedes hacer eso?”. Contesta prontamente la señora: “Yo no; él sí”... FIN.

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