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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

En un pequeño restorán con mesas en la acera tres sujetos bebían su café, al tiempo que miraban el paso de las guapas muchachas por la calle. A cada una la veían con ojos de conocedores que saben apreciar la belleza femenina, y a cada una la calificaban. “A ésa le pongo 10” -opinaba el primero. “Yo, 9” -votaba el segundo. Decía el tercero: “6”. Pasa otra chica lindísima. “Le doy un 8” -califica el primero. “Yo también” -coincide el segundo. Dice el tercero: “4”. Otra muchacha guapa atraviesa la calle. Juzga el primero: “Tiene 7 de calificación”. “Yo le doy 6” -declara el segundo. Dice el tercero: “2”. “¡Oye! -se molesta el primero-. Nosotros calificamos a las chicas con 10, 8, 7; y tú dices: 6, 4, 2. ¿Acaso eres más exigente que nosotros, o te consideras con mejor gusto?”. “De ninguna manera -aclara el tipo-. Cuando digo: ‘6, 4, 2’ no las estoy calificando. Estoy calculando el número de hombres que se necesitarían para quitarme de arriba de cualquiera de ellas”... “Viejita -le dice por teléfono don Martiriano a su tremenda mujer, doña Jodoncia-. Voy a llevar a mi amigo Celibio a cenar esta noche a la casa”. “¡Estás loco, imbécil! -le grita con voz tonante la mujer-. ¡Bien sabes que se me fue la criada. La casa está hecha un asco. Los niños tienen sarampión. Al bebé le están saliendo los dientes, y llora todo el tiempo. A mí me duele la cabeza. No tengo qué ponerme, y además no hay nada en el refrigerador, porque ya se me acabó el dinero de la quincena! ¿Y aun así quieres traer a la casa a tu amigo?”. “Precisamente -contesta el tímido señor-. El pobre quiere casarse, y quiero evitar que cometa ese tremendo error”... Alguien le preguntó a un sabio hombre de empresa: “¿Cómo va tu negocio?”. “Muy bien -responde el sapiente empresario-. Me da para tomar champaña. Para lo que no me da es para tomar café”. Con eso quería decir que su empresa, aunque le dejaba buenas ganancias, lo absorbía de tal manera que no podía descuidarla, so riesgo de verla fracasar. Tiempos son éstos muy difíciles. Decía una vieja canción: “El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide”. Ahora debemos decir: “El que tenga un empleo, que lo cuide, que lo cuide”. Trabajar más; hacer mejor nuestro trabajo; mantener los pies en la tierra (salvo cuando nos pongamos los pantalones); he ahí algunas buenas recomendaciones para hacer frente a la situación actual. Espero que la situación actual no se moleste conmigo por sugerir algunas recomendaciones para que la enfrenten. No lo hago con mala intención... Cuando empezó la tormenta eléctrica Pepito se metió en un clóset. “¿Por qué haces eso, hijito?” -le pregunta su mamá. “Por los rayos” -contesta Pepito con voz algo temblorosa. “Vamos, vamos -lo tranquiliza la señora-. No tengas miedo. Y no tiene caso que te escondas en el clóset. Después de todo, si un rayo te ha de caer te caerá donde estés”. “Es cierto -admite Pepito-. Pero que por lo menos tenga que buscarme el caborón”... Dos jóvenes casados estaban platicando. Le pregunta uno al otro: “¿Cuántos hijos tienes?”. “Ninguno -responde el otro-. Mi esposa y yo no hemos podido encargar familia. ¿Y tú?”. Contesta el primero: “Ya tengo seis, con ayuda del Señor”. Y dice el amigo: “Uh, así, con ayuda de otro señor, hasta yo”... Aquella mujer, frondosa todavía, pero ya en los umbrales de la decadencia, invertía todo su dinero en la compra de navajas suizas, de ésas que traen de todo: tijeras, pinzas, lupa, sierra, brújula, desarmador... “¿Por qué haces eso?” -le preguntaban con extrañeza sus amigas. Explicaba ella: “Me estoy haciendo vieja ya. Mis atractivos van disminuyendo fatalmente. Dentro de pocos años seré incapaz de conseguir la compañía de un hombre. ¡Y no saben ustedes lo que un muchacho joven es capaz de hacer con tal de tener una navaja de éstas!”... FIN.

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