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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Se alza el telón de esta columnejilla y aparece un cuento de color subido. Doña Tebaida Tridua, presidenta de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, escribió de su puño y letra al pie del chascarrillo: “Es sicalíptico, impúdico, pornográfico, lúbrico, erótico y salaz”. Las personas que no gusten de leer historias así calificadas deben suspender aquí mismo la lectura, y continuarla donde dice: “¿Somos los mexicanos muy sabios, o somos muy necios?”, etcétera... Un señor visitaba un hospital en compañía del director. Al pasar frente a un cuarto cuya puerta estaba abierta vio algo que lo dejó asombrado: una joven enfermera le hacía a un paciente, con la mano, una labor sensual. “¿Qué sucede ahí?” -le preguntó el visitante, sorprendido, al director del nosocomio. “No se inquiete usted -responde el funcionario-. Ese hombre tiene un grave problema de estrés. Su médico le recetó un desfogue sexual como medio para aliviar sus tensiones. La enfermera está aplicando el tratamiento”. Unos pasos más adelante el visitante vio en otro cuarto a otra enfermera a horcajadas sobre el paciente de esa habitación, en plena actividad de coición. “Y esto -le pregunta escandalizado el señor al director del hospital- ¿qué significa?”. “También ese hombre sufre estrés -explica el facultativo-. Pero el primer paciente que usted vio tiene seguro parcial, y este otro tiene cobertura total”... ¿Somos los mexicanos muy sabios o muy necios? Lo digo porque este pasado fin de semana los centros comerciales de las ciudades fronterizas de Estados Unidos se vieron atestados de compradores mexicanos. Personas que fueron a MacAllen, Texas, me dijeron que tardaron más de 5 horas en pasar “al otro lado”, así de largas eran las filas de quienes iban a hacer allá sus compras. O nos hemos acostumbrado ya a las repetidas crisis económicas, y las miramos como quien oye llover, o tenemos la inconsciencia de quien ve la tempestad y no se hinca. Quizá la respuesta está en el hecho de que por caro que esté el dólar, y por grave que sea la crisis de turno, los compradores de México encuentran siempre mejor calidad y precios mejores en las tiendas norteamericanas. Sonará un día la trompeta del Juicio Final, y ese día nos apresuraremos a cruzar la frontera para hacer nuestras compras de última hora. Así somos los mexicanos. Mejor dicho, así semos... Dulcilí, muchacha ingenua, ib a tomar un curso de educación sexual. Desistió del propósito, asustada, cuando se enteró de que los exámenes eran orales... En la barra de la cantina un hombre bebía copa tras copa, solitario. El tabernero le pregunta: “Amigo: ¿está tratando usted de ahogar sus penas?”. “Sí -responde sombrío el parroquiano-. Pero hasta ahora no he logrado ni siquiera que mi mujer se acerque al agua”... Simpliciano, candoroso joven, casó con Pirulina, mundanal mujer. Al terminar el primer acto amoroso el muchacho, suspicaz, le hizo una pregunta a su flamante mujercita: “Dime, Pirulina: ¿fui yo el primero?”. “No -respondió ella con franqueza paladina-. Pero si te sirve de consuelo te diré que tampoco has sido el peor”... Iba sor Bette por un oscuro callejón, y de pronto se le apareció Drácula. Prontamente la monjita sacó un crucifijo y lo esgrimió, valiente, ante el vampiro. “Lo siento, madre -dice éste al tiempo que se lanzaba sobre ella-. Soy agnóstico”... La señora llevó a su hija soltera con el ginecólogo. Revisó el doctor a la muchacha, y dijo luego a la señora: “Su hija tiene herpes genital”. “¡Mano Poderosa! -gimió la madre, consternada-. Estoy segura de que pescó la infección en un baño público. ¿Es eso posible, doctor?”. Responde con laconismo el médico: “Posible, sí. Pero sumamente incómodo”... FIN.

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