Don Poseidón, granjero acomodado, regresó del campo. Había ido a cazar un conejo para la cena. Fue al establo a dejar la escopeta, y grande fue su sorpresa al ver que en la cómplice molicie de la paja su hija Facilisa se estaba refocilando carnalmente con el hijo del propietario vecino, don Temístocles. El galancete, al verse descubierto, suspendió aturrullado sus movimientos de émbolo. “No te interrumpas, muchacho -le dice don Poseidón calmosamente-. Yo esperaré aquí, con el dedo en el gatillo de la escopeta, hasta que acabes de hacer lo que estás haciendo y le propongas matrimonio a mi hija”... Nalgarina Grandchichier, vedette de moda, visitó a una amiga. Le dice ésta: “Padezco insomnio. No puedo cerrar los ojos en toda la noche”. Replica Nalgarina: “Entonces yo padezco insomnio sexual: en toda la noche no puedo cerrar las piernas”. (Eso no es insomnio, opino yo: es burdo desenfreno pasional)... Pepito visitó a la señorita Peripalda, soltera entrada en años encargada de impartir el catecismo. Le preguntó: “¿Tiene usted novio, señorita?”. “¡Claro que tengo novio! -contestó ella sonriendo-. Mi novio es el televisor de mi recámara. Me acompaña como un novio; me divierte como un novio; me cuenta historias como un novio. Mira”. Encendió la señorita Peripalda su televisor, y la imagen de la pantalla salió borrosa y ondulante. A veces tal defecto se arreglaba dándole un golpe al aparato, de modo que la catequista empezó a golpearlo. En eso se oyó el timbre de la puerta, y Pepito fue a abrir. Era el padre Arsilio. Le pregunta al niño: “¿Se encuentra la señorita Peripalda?”. Responde Pepito: “Está en la recámara, golpeando a su novio”... Alejandro Encinas fue coherente consigo mismo cuando rechazó la secretaría general del PRD, pero no mostró coherencia alguna cuando dijo que negociará con su adversario para obtener posiciones en los órganos y comisiones del partido. Esa incongruencia a nadie ha de extrañar: los paniaguados de López Obrador declararon ilegítima la elección de Presidente de la República, pero acataron obedientemente los resultados que dieron el triunfo a candidatos perredistas a senadores y diputados. ¡Y la elección era la misma! La coherencia es como la virginidad: se tiene o no se tiene. En aquellos años en que la virginidad contaba, una madura célibe de mi ciudad solía decir: “Soy señorita, pero sin fanatismos”. Así Encinas, es coherente, pero sin exagerar... El cuento que ahora sigue escandalizará a las buenas conciencias. Sólo en eso se parece a “Aura”, la celebrada narración de Carlos Fuentes. En lo demás, debo reconocerlo, su calidad literaria no es tan alta... Doña Frustracia tenía un problema de alcoba: su esposo padecía el problema que en japonés se llama “Kómo keyá”, o sea eyaculación prematura. Cuando ella apenas empezaba a comenzar, él ya había terminado. En vez de piyama debería haber usado ese señor traje de jockey, por la rapidez con que corría. Doña Frustracia le confió su cuita a una vecina suya, mujer que todas las mañanas salía a barrer el frente de su casa con una amplia sonrisa y entonando la canción de moda, evidentes señales de estar sexualmente complacida. Le dijo la vecina: “Mi esposo tenía el mismo problema que el tuyo, y peor aún: todavía no llegaba al blanco y ya estaba disparando. Un curandero le dio cierta pomada para que se la untara allá donde te platiqué, y desde entonces mi Pitoncio es campeón de resistencia: iza su pabellón cuando nos vamos a la cama, temprano por la noche, y lo arría con las primeras luces del amanecer”. “¡Bienaventurada tú! -exclamó con sana envidia doña Frustracia-. Pero dime: ¿qué mirífica o taumatúrgica sustancia contendrá esa pomada, que tan benéficos efectos causa?”. Responde la vecina: “No sé qué tenga, pero sabe así como a vainilla”... (No le entendí)... FIN...