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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Un sujeto acusó de adulterio a su mujer. En la corte su abogado le preguntó: “¿Qué estaban haciendo su esposa y ese hombre la noche que usted los sorprendió?”. Contesta el tipo: “Estaban follando”. “¡Oiga! -interviene el juez-. ¡Esa palabra no se puede decir aquí! Si no modera su vocabulario le aplicaré una multa. Conteste la pregunta de su defensor en términos correctos: ¿qué estaban haciendo su esposa y ese hombre la noche de referencia?”. “Mire, señor juez -responde el individuo-. Los dos se hallaban desnudos en la cama. Él estaba sobre mi mujer, y tenía su usted ya sabe qué en el usted ya sabe dónde de ella. Y si eso no es estar follando entonces, señor juez, ¡aplíqueme la multa!”... El jefe de la oficina le regaló a su joven empleado, recién casado él, un par de boletos para la obra “La fierecilla domada”, divertida comedia de la cual es autor William Shakespeare, un estimado colega de quien esto escribe. Esa noche el muchacho llegó a su casa y le

preguntó a su flamante mujercita: “Mi amor: ¿te gustaría ver ‘La fierecilla domada’?”. “¡No, mi vida! -exclama ella echándose a sus brazos-. ¡Quiero verla salvaje y alborotada, como todas las noches!”... El odontólogo se disponía a extraerle una muela a su paciente, pero el hombre apretaba la boca cuando el doctor le acercaba la pinza, y no había manera de hacerlo que la volviera a abrir. El dentista llama aparte a su enfermera y le dice: “Cuando yo acerque la pinza a la boca del paciente usted déle un fuerte golpe donde más le duela”. Cumplió la ayudante la orden de su jefe: el doctor le acercó la pinza al tipo, y ella le propinó un golpe tremebundo en el doble atributo masculino. El individuo abrió la boca para lanzar un fuerte ululato de dolor, y el dentista aprovechó el instante e hizo la extracción con prontitud. Le pregunta luego al paciente: “¿Verdad que no le dolió cuando le saqué la muela?”. “No, doctor -responde con feble voz el individuo-. Pero no sabía que la muela tuviera la raíz tan honda”... El historiador norteamericano Joseph H. L. Schlarman escribió un libro llamado “México, tierra de volcanes”. Si todavía viviera haría otro con el título “México, mar de naufragios”. Dos cosas están zozobrando en el País, aparte de nuestra economía: la Alianza por la Calidad de la Educación y los festejos del bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución. La alianza educativa se ha topado con la obstinada resistencia de vastos sectores del magisterio nacional, y en los festejos mencionados privan un absoluto caos y una absoluta desorganización. El PAN tiene la desgracia de que los maestros agrupados en el SNTE se aferran a los privilegios que obtuvieron durante el régimen del PRI, y el PRI tiene la desgracia de que al PAN no le interesa mucho celebrar esos fastos de la historia. Todo en México se vuelve finalmente cuestión de partidismo. En la política -en la politiquería- naufragan los más nobles intentos. Por eso yo no soy noble intento: no me gusta naufragar... Aquel vaquero encontró a un indio joven y le preguntó la hora. El indio se llevó la mano a la entrepierna y respondió sin vacilar: “Las 10 de la mañana con 22 minutos”. El vaquero consultó su reloj: ésa era la hora. Aquella misma noche el vaquero volvió a ver al indio. El bravo piel roja tenía la mano en la citada parte, y la agitaba sin cesar. “¿Qué haces? -le preguntó-. ¿Acaso vas a decirme que estás mirando la hora?”. “No -respondió imperturbable el valeroso hijo de las praderas-. Le estoy dando cuerda al reloj”... (No le entendí)... FIN.

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