Pepito, Juanilito y Tonilito recibieron la calificación que les puso su maestra de educación sexual. Pepito sacó 2, Juanilito 1 y Tonilito 0. Muy enojado dice Tonilito: “¡Ah, pero alguna vez creceremos, y entonces ya verá esa profesora!”. Exclama Juanilito, igualmente furioso: “¡Le daremos cada uno una patada!”. “¡Sí! -remata Pepito, también hecho una furia-. ¡Y en los meros éstos!”. (Ahora me explico porque los tres chiquillos reprobaron la clase de educación sexual. No tenían idea de las cosas)... Don Algón, maduro ejecutivo, llamó a su nueva secretaria para dictarle una carta. La muchacha notó que el jefe traía la bragueta abierta -portañuela, para mis lectores de otros países de América Latina-, pero no dijo nada. Al salir de la oficina, sin embargo, se valió de un eufemismo para advertirle: “¿Ya notó usted, don Algón, que trae abierta la puerta del cuartel?”. Don Algón, apenado, se subió apresuradamente el zipper. Poco después, para recuperarse del mal trance, le preguntó a la chica por el interfón en tono de broma: “Señorita Rosibel: ahora que traía yo abierta la puerta del cuartel ¿vio usted a un soldado en posición de firmes?”. “No, señor -contesta prontamente la muchacha-. Vi nada más a un veterano de guerra en estado de retiro”... Llegó el viajero al hotel de cierta pequeña ciudad, y pidió una habitación. Le dice el encargado: “La daré la Suite Emperador. Es el mejor cuarto que tenemos”. Pregunta el viajero, cauteloso: “¿No será muy caro?”. “Lo tenemos en promoción -responde el otro-. Usted verá”. El viajero se dirigió a su alojamiento. Apenas se había acostado cuando entraron dos voluptuosas mujeres. Sin decir palabra se despojaron de toda vestimenta haciendo un strip tease sensual, y luego se metieron en la cama. El viajero, entusiasmado, recorrió con ellas todo su repertorio erótico. Al día siguiente bajó a la recepción para hacer el check out. “¿Cuanto debo de la habitación? -le pregunta al encargado-. Estuve en la Suite Emperador”. Contesta el hombre: “No debe usted absolutamente nada. Ya le había yo dicho que tenemos ese cuarto en una promoción muy especial. Tanto, que aparte de no pagar nada recibirá usted un bono de 100 pesos”. El viajero, feliz, recibió la cantidad y se marchó. Al regresar a su ciudad de origen les contó a sus compañeros de trabajo lo que le había sucedido. Uno de ellos decidió hacer la prueba. En efecto, al pasar por aquel pueblo fue al mismo hotel y pidió una habitación. “Le daré la Suite Emperador -le dice el encargado-. La tenemos en promoción muy especial”. Al nuevo viajero le sucedió lo mismo: apenas se había metido en la cama cuando llegaron otras dos curvilíneas féminas, se desvistieron con sensuales movimientos e hicieron con el visitante toda suerte de acrobacias lúbricas. Al día siguiente el recepcionista del hotel le dijo al viajero que no debía nada por el cuarto, y le entregó el bono de 100 pesos. La historia, naturalmente, empezó a cundir, y pronto empezaron a llegar a aquel hotel viajeros de todas partes que pedían la Suite Emperador. Todos tenían la visita de dos hermosas chicas, no pagaban nada y recibían los 100 pesos. Cierto día llegó un forastero y solicitó la Suite Emperador. Igual que todos recibió la visita de un par de bellas muchachas, y pasó con ellas la mejor noche de su vida entre deliquios insospechados e inéditas demostraciones de pasión. Al día siguiente el visitante bajó a la recepción y pidió su cuenta. “No debe usted nada -le dice el encargado-. Y tiene usted derecho a estos mil pesos”. “¡Mil pesos! -se asombra el viajero-. A todos les dan 100. ¿Por qué a mí me dan mil?”. Explica el recepcionista. “Porque ésta es la primera película porno que filmamos llevando como estrella a un conocido político”... FIN.