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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

En el otoño de su vida don Frustracio recordó un episodio triste de su juventud. Había casado con Frigidia, muchacha en flor de edad pero que no sentía las urentes llamas de la pasión carnal. Le gustaba el crochet, no el crotch. Quiero decir que le agradaba hacer labores de tejido, pero no disfrutaba los goces que la entrepierna guarda. Sucedió que don Frustracio, entonces joven todavía, fue llamado por el ejército, que lo envió a la guerra. Tres años estuvo en el frente de batalla, con inminente riesgo de su vida, sufriendo toda suerte de penalidades. Entre ellas no fue la menor la falta de mujer: todo ese tiempo le guardó a su esposa la fe que le había jurado en el altar. Por fin terminó la guerra, pues a los dos ejércitos se les descompuso el cañón, y acordaron una tregua mientras hacían otro. El joven Frustracio regresó a su casa. Lo primero que quiso hacer, naturalmente, fue tener coición con su mujer. Frigidia, sin embargo, lo detuvo. “Hoy no, querido -le dijo-. Me duele la cabeza”. A duras penas logró el pobre Frustracio contener el deseo carnal que lo acuciaba desde tanto tiempo. Al día siguiente se acercó de nuevo a su señora. Otra vez ella lo rechazó: “Esta noche no, querido. Estoy muy cansada”. El anheloso joven hizo un gran esfuerzo para frenar sus igniscentes rijos de pasión. Llegó la noche del siguiente día, y Frustracio le pidió a su esposa la celebración del acto conyugal. “¿Otra vez? -exclamó ella con enojo-. ¡Llevas aquí tres días apenas, y tres veces me has pedido eso! ¿Qué te pasa? ¿Eres acaso un maniático sexual?"... El PRD, parece, está volviendo al buen camino. Advierto un nuevo rumbo en el partido, alejado ahora del nocivo caudillismo personalista de López Obrador, y acorde con los procedimientos que demanda el nuevo cauce democrático de México. He dicho muchas veces, y una vez más lo digo, que México está necesitando con urgencia un gobierno de izquierda que ponga a tiempo el atrasado reloj de la justicia social en México; que mire más por los más pobres, y favorezca menos a los que son muy ricos. Un gobierno así, de izquierda moderna, democrática, incluyente y racional, bien podría salir del PRD si el partido no es otra vez acorralado por las dogmáticas y radicales hordas de AMLO, o por las camachistas huestes de su acólito, el señor Ebrard. (¡Bófonos!). Gente valiosa tiene el PRD, y hay en la izquierda mujeres y hombres de mucha calidad que podrían ser una opción viable frente a los candidatos de los demás partidos, especialmente el PRI, que va punteando ya en la carrera por la Presidencia, aunque ésta no haya empezado todavía (hablo de la carrera, no de la Presidencia). Pienso, por ejemplo, en Juan Ramón de la Fuente, en Amalia García, en Lázaro Cárdenas Batel. (También pienso en Jennifer López, pero en otro contexto diferente). Ojalá el PRD siga este nuevo rumbo de verdadera izquierda, de institucionalidad, de diálogo y de ejercicio democrático. Si lo sigue tendrá en mí un simpatizador. Si no, que la Nación se lo demande. (¡Bófonos!)... “¿Por qué quiere usted divorciarse de su esposa?”. “Porque después de 30 años de casados me dijo que soy un pésimo amante”. “¿Y por eso quiere usted divorciarse?”. “Sí. ¿Cómo supo ella que soy un mal amante?”... Llena de pesadumbre, Dulcilí, muchacha ingenua, llamó por teléfono a su mamá. A causa de la pena que sentía no se dio cuenta de que había marcado mal el número. “Mami -le dijo gemebunda a la señora que le contestó-. Habla Dulcilí. Me dijiste que no me dejara tocar por mi novio, y Libidio me puso la mano en una bubis”. Contesta desconcertada la señora: “Lo siento. No tengo ninguna hija llamada Dulcilí”. “¡Mami! -estalla en sollozos la ingenua chica-. ¡Sabía que te ibas a enojar, pero no tanto!”... FIN.

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