Don Inepcio leyó en cierta revista un artículo con consejos para hacer bien el acto del amor. Ya en la cama le dijo a su señora: “Te voy a hacer feliz”. “¡Gracias, gracias! -responde ella, conmovida-. Pero al menos espera a mañana antes de irte de la casa”... Don Gerito, anciano señor, le contó a un amigo que se iba a casar con doña Pasita, igual de anciana que él. “¿Por qué quieres casarte con ella? -pregunta el amigo-. ¿Te sientes solo?”. Responde don Gerito. “No”. “¿Tiene dinero esa señora?”. “No”. “Entonces -insiste el amigo- ¿por qué quieres casarte con ella?”. Explica don Gerito: “Da unos masajes muy buenos para quitar el dolor de reumas”... Al día siguiente de la noche de bodas el recién casado bajó a hacer su caminata diaria. Cuando volvió a la habitación encontró a su flamante mujercita en comprometida situación con un botones del hotel. Antes de que pudiera articular palabra el asombrado novio le dice ella: “No te extrañe esto, Cornalino. Tú mismo me has dicho siempre que soy una coqueta”... Todo indica que están quedando atrás esos rupestres izquierdistas que en la algarada y el desorden fincan sus métodos políticos. El ejercicio democrático se va imponiendo en México, siquiera sea poco a poco, y empiezan a verse ya obsoletos y caducos, y aun a veces patéticamente pintorescos, los hombres y mujeres que usan la violencia callejera o la ilegal presión para imponer su voluntad. Imperfecta es nuestra democracia todavía, es cierto (la democracia es imperfecta en todas partes), pero nos vamos acostumbrando ya a ver en el diálogo razonable, en el respeto a la pluralidad, en la negociación política, los únicos modos de resolver los problemas que derivan de la convivencia social. En esta nueva etapa de la vida mexicana no tienen sitio los violentos... ¡Hoy! Sí, hoy a las 6 de la tarde, en la sala “Enrique González Martínez” de la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, presentaré mi más reciente obra: “Hidalgo e Iturbide: la gloria y el olvido”. Son en verdad dos libros en uno, pues la primera parte trata del terrible drama del padre Hidalgo, quien desató el huracán que lo llevó a un doloroso calvario, y a la muerte; y la parte segunda es como una fantástica novela donde se cuenta la arrebatada vida y el desastrado fin de ese hombre extraño, multiforme, que Iturbide fue. Dos libros por el precio de uno. No está mal, sobre todo en estos tiempos. Quizá por eso muchos lectores lo han escogido para obsequiarlo en Navidad, sobre todo a aquéllos a quienes antes regalaron el anterior libro de esta serie, “La otra historia de México”, que tuvo como protagonistas a Juárez y Maximiliano. Éste que habla de Hidalgo e Iturbide agotó ya su primera impresión. Mis editores de Diana, Grupo Planeta, me informaron que Gandhi, esa benemérita librería que tanto ha hecho por el libro en México, pidió ya una nueva remesa de la obra. ¡Y luego dicen que en nuestro país no se lee, y que a los mexicanos no nos importa nuestro pasado histórico! Espero, pues, a mis cuatro lectores tapatíos en la FIL de Guadalajara, hoy a las 6 de la tarde. Compartiré con ellos la historia de “La otra historia”, y les diré también vivencias mías, de niñez y juventud, que explican por qué quise buscar esa otra historia, tan distinta de la que nos contaron quienes por muchos años fueron los dueños del país. Ahí nos veremos, y nos abrazaremos ahí en ese duradero abrazo que es el libro... Un individuo se presentó ante el juez y le dijo que quería divorciarse de su esposa. “¿Por qué?” -inquiere el juzgador. “Es contadora” -responde el individuo. “Eso no es motivo para divorciarse” -acota el juez. “En este caso sí -reitera el tipo-. Todas las noches me cuenta que le duele la cabeza o que está muy cansada”... FIN.
