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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Nalgarina Grandchichier, vedette de moda, le contó a una amiga: “Anoche estaba haciendo el amor con un sujeto, y me llamó ‘promiscua’”. “¡Qué barbaridad! -exclama la otra-. Y tú, ¿qué hiciste?”. Responde Nalgarina: “Le pedí que saliera inmediatamente de mi cuarto con sus ocho amigos”... Don Pacífico, granjero octogenario, tenía un gallinero. Cierto día anunció que se iba a casar con Bucolina, muchacha en flor de edad. Los hijos del anciano señor se preocuparon, y le sugirieron que contratara una ayuda para el gallinero. Pocos meses después uno de los hijos llamó por teléfono a su padre y le preguntó por su flamante esposa. “Está embarazada” -responde muy orgulloso el veterano. El hijo sonrió para sí, pensando que la ayuda que había contratado su padre para el gallinero había ayudado también en lo del embarazo. Le preguntó con intención: “Y la ayuda que contrataste ¿cómo está?”. Replica don Pacífico bajando la voz: “También ella está embarazada”... Con amor filial amo a mi iglesia, la católica. Nací en ella, y en su seno quiero llegar al fin de mi camino. Eso no quita, empero, que tenga amor también a otros credos. Me siento identificado en la fe con los que tienen otra fe que no es la mía, y me siento identificado también -hombre de poca fe que soy a veces- con aquellos que no tienen fe. Me duelen por eso los desvíos en que, pienso, incurren algunos jerarcas de mi iglesia. Si se efectúa el pregonado matrimonio religioso del ex Presidente Vicente Fox con la ex presidenta Marta Sahagún, yo veré en eso un reprobable caso de simonía. La palabra “simonía” significa: “Compra o venta deliberada de cosas espirituales, como los sacramentos...”. Sólo por el dinero puedo explicarme que la Iglesia se avenga a consagrar esa unión. A los divorciados que no tienen dinero para comprar la disolución del matrimonio religioso la Iglesia les niega la eucaristía. Con manejos como éste que favorecerá a los Fox ese sacramento vivificador se vuelve mercancía. A veces he llegado a pensar que entre los jerarcas religiosos hay ateos, pues de otro modo no se explica que se anule un matrimonio usando burdos legalismos de rábula y sofismas de siquiatra de banqueta, como ése que declaró a Fox enajenado. Patéticamente cursi es el empeño de la señora Sahagún de casarse como novia veinteañera, con vestido blanco y demás parafernalia de doncella núbil, pero duele la complicidad de los eclesiásticos con esa artificiosa farsa. Me apena haber escrito esto que escribí. Quizá Fox y la señora Marta son movidos por mí mismo anhelo, el de estar dentro del seno de la Iglesia y en aptitud de recibir sus dones. Pero según parece no tienen los alcances suficientes para darse cuenta del daño que a la Iglesia causan. Quienes de sobra conocen ese daño son los jerarcas que autorizan tal unión. En su conciencia lleven ese peso. No les ofrezco ayudarlos a cargarlo, pues ya bastante peso llevo en mi conciencia yo... Pepito le dice a su mamá. “Yo sé cómo hacer que mi abuelita diga: ‘Tizne a su madre’”. “No es posible -protesta la señora-. Tu abuela es una dama. Estudió con las madres arlesianas; pertenece a las Hijas de Santa Genoveva, y siempre actúa con exquisita urbanidad y cortesía. Imposible que llegue a usar esa expresión tan ruin”. Pepito, entonces, llevó a su mamá y a su abuelita a un lugar donde se jugaba a la lotería de cartones. Empieza a decir el encargado: “¡La dama!... ¡El valiente!... ¡La chalupa!... ¡El catrín!...”. De pronto grita un individuo: “¡Buena por acá!”. Y masculla furiosa la abuelita: “¡Tizne a su madre!”... FIN.

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