El doctor Ken Hossana le dijo a su paciente, don Celibio: “El nerviosismo que usted muestra, su estrés y depresiones, se deben a falta de actividad sexual. La única medicina que puedo prescribirle es que vaya usted a la casa de madame Nalguier. Con alguna de las pupilas de esa tan reputada meretriz podrá sedar la tensión constante que lo agobia”. Fue don Celibio, pues, a la citada mancebía. Ahí madame Nalguier le fue mostrando a sus muchachas. “Ésta es Cocotte -le dijo-. Sus servicios cuestan 10 mil pesos. Ésta es Harlota. Su tarifa es de 7 mil. Ésta es Tetina. Cobra 5 mil 20 pesos. Los 20 pesos son de un refresco que al final le ofrece”. Al escuchar el monto de aquellos aranceles don Celibio se angustió. Su economía no daba para tanto. Acaso, quizá, tenía para el refresco. Le dijo a la madame: “Señora: no vengo aquí por causa de lujuria, sino por prescripción médica. Estas muchachas son la medicina que el doctor me recetó. ¿No tiene usted entre ellas alguna que sea genérica o similar?”... Don Rafael Salinas, sapiente latinista, maestro mío de letras clásicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, me enseñó las declinaciones latinas. Por él supe -y por otro muy sabio catedrático, el profesor Ildefonso Villarello, del Ateneo Fuente, en mi Saltillo- las hermosas complejidades del nominativo, el genitivo, el dativo, el acusativo, el vocativo y el ablativo. Ese conocimiento de las declinaciones, sin embargo, no me alcanza para explicarme la declinación del PAN. ¿A qué se debe su abismal caída? Después del espléndido triunfo que ganó con Fox, y del ya no tan espléndido que con Calderón obtuvo, el partido blanquiazul ha ido, para decirlo con letra de conocido tango, cuesta abajo y de rodada. Tal parece que las victorias que otrora consiguió lo han debilitado en vez de darle fuerza. De derrota en derrota ha caminado; en los últimos meses cada elección ha sido para el PAN un nuevo golpe. Mientras tanto el PRI avanza a tambor batiente -tambora, mejor dicho-, y el PRD cobra terreno con los afortunados cambios que ha iniciado, y está logrando mejorar su imagen después del grave daño que le hicieron aquéllos que en la violencia y el desorden han hallado ocasión para medrar. En cambio el PAN, perdida su identidad original, su imagen esfumada, se ve desmigajado por las discordias internas que lo dividen y lo debilitan. Y no vengan a preguntarme los panistas qué deben hacer para remediar esa penosa situación. Yo oriento repúblicas, no partidos... Sigue ahora un cuento de subidísimo color. Reconozco su extremo grado de majadería, pero ya se sabe que doña Tebaida Tridua, celosa guardiana de la moralidad social, fue a los baños termales de Hermanas, en Coahuila, buscando remedio para curar el raro episodio de melancolía que la agobia, y debo aprovechar su ausencia para narrar ese vitando chascarrillo. Las personas con escrúpulos eviten pasar la vista por tan tremenda demasía. Yo mismo me sonrojo al publicarla. Hela aquí... Un individuo fue a cierto laboratorio clínico a hacerse un examen de sangre. La encargada, lindísima muchacha, le hizo una leve punción en el dedo índice a fin de extraer la gotita de sangre que se necesitaba para el procedimiento. Una vez obtenida la muestra no encontró un algodoncito para quitar del dedo el resto de sangre, e hizo entonces algo reñido con las reglas clínicas, pero que al sujeto le gustó bastante: con la boca quitó lo que en el dedo había quedado. Gratamente sorprendido le dice el tipo a la guapa laboratorista: “¿Podría hacerme ahora, señorita, un examen de orina?”... (No le entendí)... FIN.