Un texano bebía su copa, solitario, en la barra de un hotel de Nueva York. A su lado estaba sentada una mujer de reputación nada dudosa, pues cada vez que cruzaba la pierna se le veía la credencial. Vuélvese la sospechosa dama hacia el texano y le dice con simulada admiración: “¡Vaya que es usted alto, mister!”. “Soy de Texas, madame -replica el hombrón-, y todo en Texas es de tamaño grande”. “¡Y su sombrero! -exclama la mujer señalando el ten gallon hat del tipo- ¡Qué grande es también!”. “Ya le digo, madame -repite el texano-, soy de Texas, y todo en Texas es de tamaño grande”. En eso la dama se levanta del banco en que sentada estaba, y deja ver el profuso nalgatorio que poseía, dos gigantescos promontorios cada uno de los cuales habría podido servir muy bien de molde para el domo o cúpula de alguna magnificente catedral, dicho sea con el mayor respeto. Mira el texano con suspendido asombro aquel trasero colosal y pregunta: “Madame: ¿de qué parte de Texas me dijo usted que era?”... ¿Cuál es la diferencia entre preocupación y pánico? Unos 28 días... Donald Tramp, el hombre más rico del planeta, conoció a una hermosa muchacha en una fiesta. Le dice ella, arrobada: “¡Caramba, mister Tramp! ¡Es usted un hombre tan atractivo, de tan gran personalidad, que estoy dispuesta a ir esta noche con usted a donde quiera! ¡Le haré el sexo como estoy segura que nadie jamás se lo ha hecho! ¡Le daré experiencias eróticas que no conoce; le brindaré una sensualidad sin límites, una pasión carnal como nunca ningún hombre ha conocido! Y después de esta noche no me volverá usted a ver, pues todo eso lo haré sin interés alguno, nada más por la admiración que siento por usted”. “Suena interesante -responde mister Tramp-. Pero dígame: yo ¿qué ganaré?”... A todos nos afectará, seguramente, la recesión mundial. Pienso que ni siquiera los vecinos de El Moquetito, Tamaulipas, escaparán de sus efectos. Para algunos, sin embargo, las consecuencias de la situación serán menores que para otros. Muchos habrá que perderán su empleo; otros, en cambio, lo conservarán pese a las circunstancias. La solidaridad, entonces, será virtud humana que todos deberemos practicar en estos días de dificultad. Si algún familiar nuestro o algún amigo se ve en condiciones apuradas haremos bien en tenderle la mano, según nuestras posibilidades, para ayudarle a enfrentar el temporal mientras le llegan días mejores. Dijo Agustín de Hipona, aquel hombre que sabía mucho porque había pecado mucho: In caritate pauper est dives; sine caritate dives pauper est. Con amor el pobre es rico; sin amor el rico es pobre. Partamos de lo nuestro con quien lo necesita, y ya veremos que cuanto más demos recibiremos más... La abuelita le pidió a su nieto mayor que le enviara una fotografía suya, porque hacía varios años que no lo veía. Lamentablemente la única foto que el tipo tenía disponible era una en la cual aparecía sin ropa, pues se la habían tomado en una playa nudista. Cortó en dos el retrato, y por mensajería le envió la mitad a su abuelita. Pero ¡oh contrariedad! Se dio cuenta de que por error había puesto en el sobre la parte inferior de la fotografía, la que lo mostraba de la cintura para abajo. Se tranquilizó, sin embargo, al recordar que la ancianita era sumamente corta de vista. De seguro no vería bien el retrato. En efecto, varios días después recibió de la abuela una cartita de agradecimiento. Decía así: “Gracias, hijito, por el retrato tuyo que me enviaste. La verdad, no recordaba que fueras de tez tan blanca, y menos que tuvieras esa naricilla tan insignificante que casi no se puede ver”... (No le entendí)... FIN.