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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

“En la erótica cuestión / el que llegó a setentón / requiere, por experiencia, / un mes de preparación, / y dos de convalecencia”... ¡Hoy aparece aquí “El chiste más pelado del año!”. A ese relato se refieren los versitos que al principio puse. En el chascarrillo hay un juego de palabras, y tan alto es su contenido de picardía que las personas de moral estricta harían bien en evitar su lectura. Pidan mejor que alguien se los lea. ¡Busquen mis cuatro lectores ese cuento al final de la columnejilla!.. Un individuo era fanático del boliche. Todas las noches salía de su casa e iba a practicar por horas y horas el deporte de las chuzas. Eso irritaba a su mujer, que más de una vez lo había amenazado con irse de la casa si él no moderaba su desmesurada afición por el boliche. Llegó la noche de Año Nuevo, y poco antes de comenzar la cena él le dijo a la señora que iba a la esquina a comprar unas botellas de agua mineral. “¡Ah no! -protestó ella-. ¡Te vas a ir con tus amigotes al boliche!”. Él juró y perjuró que no, y ella por fin, de mala gana, le permitió salir. En el camino el tipo se topó con una vecina a la que hacía tiempo le tenía puesto el ojo. Y ella también a él, según parece, pues con pretexto de hacer un brindis por el Año Nuevo lo invitó a su casa. Ahí le ofreció una copa, y otra, y otra más. Una cosa condujo a otra, y bien pronto los dos se encontraron en la cama practicando el antiguo rito natural. De pronto él ve el reloj y exclama con alarma: “¡La una de la mañana! ¡Mi mujer me va a matar!”. Se vistió rápidamente, y antes de salir le pidió a la vecina: “Ponme talco en las manos”. Luego se encaminó a su casa. En efecto, halló a su esposa hecha un obelisco. (Nota: Seguramente nuestro amable colaborador quiso decir “basilisco”). “¿Dónde andabas? -le pregunta la señora en paroxismo de furor-. ¿Por qué vienes a esta hora?”. “No voy a mentirte, mujer -responde él-. Iba a la tienda de la esquina a comprar el agua mineral, pero encontré a una vecina a la que hacía tiempo le tenía puesto el ojo. Y ella también a mí, según parece, pues con pretexto de hacer un brindis por el Año Nuevo me invitó a su casa. Ahí me ofreció una copa, y otra, y otra más. Una cosa condujo a otra, y bien pronto los dos nos encontramos en la cama practicando el antiguo rito natural”. La señora le mira las manos llenas de talco, y exclama furibunda: “¡Eres un mentiroso! ¡Fuiste a jugar boliche!”... Y ahora he aquí “El chiste más pelado del año”. Las personas con escrúpulos eviten posar en él los ojos, y sáltense en la lectura hasta donde dice FIN... Don Veterino Pipicáida, señor de 70 años, contrajo matrimonio con Pomponona Tetarrica, mujer en flor de edad -contaba 30 abriles- y dueña de muníficos atributos corporales. Los recién casados fueron de luna de miel a Nueva York. Don Veterino, temeroso de no poder ponerse a la altura de las circunstancias, compró una buena dotación de Viagra, y un par de horas antes de comenzar la noche de bodas se tomó una docena y media de pastillas, poderosísima dosis equivalente a medio vaso de agua de Saltillo. El Viagra funcionó a la perfección: ante el asombro y embeleso de su esposa el añoso señor efectuó cuatro veces, con gran solvencia y gallardía, el acto del connubio. Pero la tremenda dosis del medicamento tuvo sus efectos: al final de la demostración número cinco a don Veterino se le fue la vida. En medio de los meneos de himeneo exclamó de repente: “¡Ah chingao, ah chingao!”, y quedó muerto en brazos de su angustiada esposa, que apenas unos minutos antes disfrutaba, extática, los goces del amor. Desde Nueva York la desolada viuda llamó por teléfono a los familiares del difunto y les dijo: “Don Veterino falleció. Murió en la Quinta Avenida”... (No le entendí)... ¡Feliz Año Nuevo!... FIN.

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