EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Defensa

Cecilia Lavalle

En la crisis magisterial yo les defiendo. Defiendo a los maestros y maestras de nuestro país.

¿Qué es para mí un maestro, una maestra? Son personas que han decidido dedicar media vida a guiar los pasos de seres humanos que potencialmente valen oro. Son como mineros que pulen con cuidado una piedra, a sabiendas que debajo hay un diamante; y no importa cuán lleno de tierra se encuentre, o cuán profundo haya que excavar; saben que en el fondo hay un diamante y se empeñan en sacar a flote su brillo.

Una maestra, un maestro conjuga virtudes, conocimientos y habilidades. Es una persona creativa, lo mismo para hacer de un cartulina una flor, que para hacer comprensibles los incomprensibles quebrados, que para hacer de la gramática un divertimento del idioma.

Es, también, una persona intuitiva y observadora. Como todos sus sentidos están puestos al servicio de sus estudiantes, percibe quién está triste, quién se siente un fracaso, quién necesita aplausos, ánimo y a quién es mejor ponerle retos, desafíos inteligentes.

Un maestro, una maestra sabe que nunca sabrá lo suficiente; pero no se conforma ni siquiera con lo necesario. Se convierte así en estudiante permanente, y desde ese sitio entiende y valora el esfuerzo que cada día hace el alumnado a su cargo. Jamás se siente un ser superior. Tiene clarísimo que sólo lleva un paso adelante y no en todos los temas.

Hace de la provocación una filosofía de clase. Provoca el deseo de saber más, de analizar más, de reflexionar más. Provoca el anhelo de investigar, de no conformarse con la primera respuesta; de no aceptar a priori como válida la palabra de nadie, empezando por la de su docente.

Es idealista. Entiende que no vivimos en el mejor mundo posible, pero está en la disposición de hacer su parte para alcanzar ese ideal. Así, inyecta siempre esperanza y deseos de alcanzar la utopía personal y la colectiva.

Aborrece la mediocridad, y no acepta menos que el mejor esfuerzo. Tiene sentido del humor y más de un motivo para ser una persona admirada.

En esencia ésas son para mí las características de una maestra, de un maestro.

Los otros, las otras, quienes abandonan sus aulas para exigir prebendas que rayan en la corrupción, no son maestros, no pueden llamarse maestras. Ésos, ésas, son burócratas de quinta, sindicalistas de décima.

Quienes marchan por las calles profiriendo majaderías y amenazas, son bravucones de cuarta.

Quienes negocian la venta de su plaza laboral y la herencia de sus privilegios, son vividores de primera.

Ésos sobran, ésas no hacen falta, estorban, obstaculizan. Han usurpado la profesión de maestro, de maestra; la han vapuleado, la han enlodado, le han quitado toda dignidad y orgullo.

Por eso hay que defender a los maestros y maestras de verdad.

Hay que dejar de negociar con líderes que se autonombran vitalicias, que construyen su liderazgo sobre la manipulación y el chantaje.

Hay que dejar de dialogar con líderes que no negocian, extorsionan; que no razonan, amenazan; que no les importa la educación, la ignoran; que no se comprometen con el país, lo socavan.

Hay que limpiar el camino de líderes sindicales que se han enriquecido deshonestamente, que han convertido los derechos sindicales en privilegios monárquicos, y que han utilizado el poder conferido en ganar posiciones políticas de beneficio personal.

Hay que lavar la corrupción y dejar de negociar la impunidad.

A los verdaderos maestros, las verdaderas maestras, hay que valorarles, hay que recompensarles, hay que cuidarles como garbanzos de libra y, para ello, hay que quitarles de en medio las piedras que estorban su labor. ¿Es mucho pedir?

Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 380798

elsiglo.mx