¿Hay algo más frío que una señorita soltera de avanzada edad? ¿Acaso una cerveza servida en un tarro helado? No. ¿Una paleta de “La Michoacana”? Tampoco. ¿Un iceberg? Menos. La respuesta es muy sencilla: la Enciclopedia Salvat. Si no me cree usted, lo invito a leer un fragmento de la definición que esta enciclopedia hace de la palabra “México”: “Físicamente, forma parte tanto de América del Norte como de América Central, por localizarse al Norte y al Sur de la falla del paralelo 19 grados, que constituye el límite físico entre ambas Américas. Desde el punto de vista social, forma parte de la América Latina, la cual se extiende desde México hacia el Sur, hasta la Patagonia….”.
¿Puede existir una definición más fría de nuestro país? Si algún día me permitieran integrarme al grupo que revisa las definiciones de esta afamada enciclopedia, día a día lucharía con una tenacidad similar a la de Sansón por cambiar lo que se dice acerca de nuestro país.
México es un país como pocos. Existen grandes ciudades que compiten en belleza con las más famosas capitales del mundo; existen paisajes naturales que nos dan una idea cercana de cómo era el paraíso en el que vivieron Adán y Eva; somos poseedores de una riqueza cultural comparable sólo con la de los grandes griegos y la de los egipcios.
Sin miedo a ser exagerado, los mexicanos somos poseedores de uno de los territorios más hermosos y ricos del planeta. En nuestro país hay bosques, desiertos y playas. Existen hermosos ríos y lagos. Nos bañan las aguas de dos importantes mares: el Océano Pacífico por el Oeste, y el Golfo de México, por el Este. En nuestro subsuelo hay una de las reservas más grandes de petróleo en el mundo. Gracias a estas reservas, México tiene en sus manos la posibilidad de crecer económicamente, siempre y cuando exista una buena administración de esta riqueza. En nuestro suelo abundan los minerales. Las minas de oro y de plata son famosas en el mundo entero.
La riqueza cultural de México es apreciada en el mundo entero. Nuestra cultura es tan rica en artes, lenguas, conocimientos, creencias, religiones y demás, que es una de las más complicadas para los arqueólogos. Muchas sociedades desearían tener tanto qué recordar y presumir de su pasado como lo que tenemos nosotros. Los distintos pueblos de la antigüedad nos heredaron rasgos muy importantes que nos caracterizan, por ejemplo, nuestra destreza en algunas tareas, nuestro ingenio, nuestra higiene, nuestro gusto por las fiestas, nuestro festejo a la muerte, etcétera.
Otra de las razones para sentirnos orgullosamente mexicanos es por nuestro folklore. Cada región del país tiene un baile y música característica, una forma de vestir y de hablar, y una rica gastronomía. Sin embargo, la principal causa por la que debemos sentirnos orgullosamente mexicanos, es por nosotros mismos. Nuestra alegría es famosa en el mundo entero. Cuando un turista viene a nuestro país, queda maravillado con nuestras ciudades y playas, pero lo que más le impacta es la cordialidad de los mexicanos y el espíritu de servicio. Nuestro espíritu fiestero permanece con nosotros hasta en los problemas más graves, y sólo un mexicano es capaz de reírse de la muerte.
Es cierto que en ocasiones podemos lamentamos por haber nacido en México. El Gobierno y su larga trayectoria de corrupción sin duda es un motivo de vergüenza, sin embargo, es imposible que un grupo de personas antipatriotas ensucie el nombre de nuestro país.
Nunca debemos perder el orgullo de ser mexicanos. No se puede negar que hay países en los que se genera una mejor calidad de vida, pero que no tienen un pasado esplendoroso como el nuestro y que no conocen lo que es la alegría, lo que significa la unión familiar.
Todos debemos querer mucho a México, pues son incontables las cosas que este país nos da día con día. Ayudemos con nuestro trabajo y participación ciudadana, a seguir haciendo que nuestra nación sea una de los más grandes en todo el mundo para que así nadie dude en sentirse orgullosamente mexicano y en decir: “Como México no hay dos”.