“Creo que el riesgo de que haya una deflación significativa en los Estados Unidos en el futuro previsible es extremadamente pequeña”.
Ben Bernanke, 21 noviembre 2002
Durante tanto tiempo hemos peleado con el fantasma de la inflación, que el surgimiento del nuevo enemigo, la deflación, ha tomado a muchos por sorpresa.
La deflación es un fenómeno opuesto a la inflación. Significa que la economía sufre una disminución generalizada en los precios. Sus riesgos, que son muchos, son completamente distintos a los de un proceso inflacionario.
Cuando los precios aumentan, los consumidores tienen un incentivo para gastar su dinero, ya que el dinero que guardan tiende a perder poder adquisitivo. Esta situación se ve acentuada por medidas gubernamentales, como el cobro de impuestos a los rendimientos del ahorro y la deducción fiscal que se otorga a cierta compras, por ejemplo, de bienes raíces, las cuales se han aplicado tanto en Estados Unidos como en México. Estas políticas han favorecido el consumo y han castigado el ahorro. Por eso es hipócrita que hoy los gobiernos digan que no entienden por qué la gente ahorra poco o nada.
En un proceso de deflación, sin embargo, se registra la situación contraria. Ante la caída generalizada en los precios se genera un incentivo para el ahorro y se castiga en cambio el consumo. Si el consumidor demora sus compras, podrá adquirir los bienes y servicios que desea a un menor precio en el futuro.
En una situación deflacionaria, por otra parte, las políticas de los gobiernos para castigar el ahorro y promover el consumo no tienen eficacia. Aun cuando la tasa de interés sea cero, el ahorrador se beneficia simplemente de guardar dinero en espera de la caída en los precios de los bienes que le permita adquirir los bienes en el futuro. El Gobierno, por otra parte, no puede cobrar un impuesto sobre un rendimiento cero en el ahorro.
En los Estados Unidos y en México no ha habido un período de deflación desde la Gran Depresión. En la Unión Americana los precios cayeron hasta un 10 por ciento al año y llevaron a una contracción de un 50 por ciento en el nivel general de precios para 1933 antes de estabilizarse. Otros países del mundo, sin embargo, han sufrido problemas de deflación más recientemente. El Japón de los años noventa, por ejemplo, sufrió una deflación de alrededor de 1 por ciento al año, la cual fue acompañada por un período de estancamiento económico.
Ha habido otros períodos de deflación importantes en la historia de los Estados Unidos y del mundo. Después de la guerra civil estadounidense, por ejemplo, se registró un largo período de declinación de precios que duró de 1873 a 1896 y al cual a veces se le ha llamado la Gran Deflación o la Gran Contracción. Según Milton Friedman, los precios cayeron en ese lapso 1.7 por ciento al año en los Estados Unidos y 0.8 por ciento en la Gran Bretaña.
Hasta este momento la deflación que estamos viendo en los Estados Unidos, y que todavía no se refleja en México o en otros países del mundo, parece ser consecuencia directa de la caída en los precios del petróleo. Pero después de la orgía de consumo a crédito que hemos visto en los últimos 17 años en la Unión Americana, el mayor período de expansión económica en la historia registrada del país, una pausa parecería cuando menos saludable.
Los gobiernos y bancos centrales están actuando ante la deflación con las políticas que predicó el economista británico John Maynard Keynes, quien mantuvo en los años treinta que para combatir una recesión era indispensable aumentar el gasto público e inyectar dinero a la economía. Queda ahí, sin embargo, la duda de la experiencia japonesa de los años noventa. Tras sufrir en 1990 el colapso de su burbuja bursátil e inmobiliaria de fines de los ochenta, el Gobierno japonés aplicó una generosa dosis de política keynesiana: bajó las tasas de interés a niveles cercanos a cero e incurrió en un enorme déficit de gasto público. Estas medidas, sin embargo, fueron incapaces de revertir el estancamiento económico del país.
A pesar de esta experiencia, los gobiernos y bancos centrales de casi todos los países del mundo están aplicando políticas expansivas que incluyen reducciones de tasas de interés, inyecciones de liquidez a la economía y aumentos deficitarios en el gasto público. Estas políticas concertadas parten de la idea de que la inflación, a pesar de todos los problemas que implica, es menos grave que una deflación.
Pero si algo nos dice la historia económica, especialmente en el siglo XIX y más atrás, es que la deflación ha sido una parte tan normal del ciclo económico como la inflación.
PRECIOS DEL PETRÓLEO
¿A qué nivel se estabilizarán los precios del petróleo? Es difícil hacer pronósticos ante un mercado tan inestable y tan manipulado por un cartel como la OPEP. Pero si vemos los precios desde 1860 encontraremos que en general el promedio de los precios ha fluctuado entre 20 y 30 dólares por barril (a precios de 2007). Los costos de producción han aumentado, es verdad, en los últimos años conforme han empezado a acabarse las reservas de fácil acceso. Pero lo interesante es que los precios mayores a 30 dólares (de 2007) han sido más una excepción (1865-1896, 1974-1985, 2001-2008) que la regla si revisamos las cotizaciones desde 1860.
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