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‘Deja pensar a tu papá’

Carlos Monsiváis

artículos anteriores : “Pepe, deja pensar a tu papá, tiene problemas gravísimos y no va a suspender sus reflexiones para hacerte caso”.

—Pero mamá, si tú eres la que siempre dices que cuando mi papá dice que va a meditar es porque tiene la mente en blanco.

—A veces sí, hijo, pero tu papá también le saca provecho a fijar la vista en el horizonte. No te engañes, si parece un muerto viviente es que está concentrándose en muy graves problemas técnicos. Por eso me casé con él, porque sabe pensar… Es una broma, no me hagas caso.

—Dice mi tía Chayo que te casaste con él porque mi abuelo había perdido todo su dinero en reventones y apuestas.

—Tu tía Chayo siempre me tuvo envidia.

* * *

Don José apenas escucha el ruiderío a su alrededor. Se ha concentrado en ese vacío lejanísimo que es su afán de tomar decisiones urgentes. Él es un empresario importante, no el más conspicuo, tampoco alguien del montón.

Toda su vida, cada uno de sus 56 años o por lo menos los más productivos, se ha preocupado por su status, ese título nobiliario sin pergaminos, y ha actuado a partir de una certeza que le fue dada por la herencia y por su gana de ser emblemático, la suya es la única clase social realmente existente, nada de las medianías de los que tienen algo que perder, alguito; nada de los pobres, reducidos a la esperanza de hacerse de esperanzas.

Y ahora, de pronto, ya no es suficiente con pertenecer a la única clase social que quedó; además, hace falta una ayudadita de la suerte, un push factor como decían antes… y de golpe don José, como quiere que le digan, advierte que no está reflexionando sino, acude al verbo preciso, más bien divaga, lo opuesto a la concentración que su semblante errabundo proclama.

¡Ah, ya está! Don José ha recuperado el ritmo de sus pensamientos. Vienen épocas negras, se dice midiendo cada una de sus palabras, que resuenan en su cerebro como a los golpes de una antigua máquina registradora.

Sí, ya vienen las épocas negras, y el adjetivo no es racista, vendrán tiempos oscuros, qué dolor, qué dolor, qué pena. Las empresas medianas se disolverán o, si les va bien, serán devoradas por las grandes, las empresas pequeñas desearán no haber nacido, el desempleo será el pan nuestro de cada día (esa frase le gusta, lástima que no se le ocurrió en una reunión)…

* * *

Pepe observa a su señor padre con la vista extraviada y sabe que no debe hacer ruido, que es hora de respetar el tiempo sagrado de las reflexiones, porque es más bien raro que a su padre le dé por pensar y si tiene ganas, bienvenida la pausa… Esokeniké.

Su mamá se fue de compras como siempre, hay que despedirse del consumo consumiendo, pero la neta el diluvio que viene no se deja ver ni oír, en qué estará craneando mi jefe, craneando, qué bonita palabra, le gusta más que mentalizar que usaba su profesor de ética al explicar cómo se le ocurrió a Dios la creación del mundo, “El Señor mentalizó y la tierra fue hecha”, no está mal, pero le hubiese gustado más “El Señor craneó y órale, la tierra”.

—Ya me voy, Pepe, no esculques en mi buró y deja pensar a tu papá.

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