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Del campo a la capital

Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Hoy se efectuará la megamarcha (así la han calificado sus promotores) de organizaciones campesinas y agrupamientos sindicales que se propone forzar la adopción de una nueva política agropecuaria. El objetivo incluye la renegociación de las cláusulas correspondientes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la revisión de los programas y prácticas de la Secretaría de Agricultura y la destitución de su titular, Alberto Cárdenas.

Independientemente de la viabilidad de esos fines, la movilización de hoy (que comenzará a las 16 horas ante el monumento a la Independencia y concluirá con un mitin en el Zócalo) tiene la importancia de definir los términos de una disputa que data de los años ochenta, cuando el Gobierno mexicano inició el abandono del proteccionismo rural y su aceptación del mercado como poder regulatorio, lo que significó entre otras cosas que el papel de Conasupo fuera asumido paulatinamente por consorcios internacionales que dominan los eslabones de la cadena de producción agropecuaria.

La llegada del PAN a la Presidencia de la República, y su conversión en la primera fuerza legislativa (aunque requiera de los grupos parlamentarios del PRI para tornar eficaz su situación de minoría más grande) ha generado nuevas condiciones en aquella disputa. Una de ellas es la tendencia, zigzagueante y estorbada por intereses particularísimos, a la unidad de acción de las organizaciones campesinas. La participación de la Confederación Nacional Campesina en la impugnación a Cárdenas, en la demanda de revisar el TLC y en la procuración de una nueva política gubernamental, ha dado fuerza a un movimiento que en las décadas recientes se expresaba en la marginalidad política. Por si fuera poco, una nueva modalidad de la acción campesina priista se ha incorporado a la lucha con visos de eficacia práctica. Se trata del Frente Nacional de Legisladores del Sector Rural, fruto del activismo del senador Heladio Ramírez López, ex presidente de la CNC y senador de la República, que encabeza en su Cámara la comisión de desarrollo rural.

Tan cercano o distante a los mandos del PRI como éstos han querido, el movimiento campesino en torno a Ramírez López parece haber encontrado la posición que le permite, sin romper con su partido (de cuyas postulaciones depende su fuerza parlamentaria) aproximarse a las agrupaciones independientes o cercanas a otros partidos en la integración de un frente común. En su reunión más reciente –ocurrida el viernes pasado— el Frente hizo suya “la demanda de diversas organizaciones campesinas de crear una reserva estratégica de granos, instituir un programa emergente de empleo en las regiones expulsoras de mano de obra y mejorar la infraestructura rural (Reforma, 26 de enero).

Pero, yendo más allá, los legisladores campesinos priistas se proponen rehacer íntegramente, en el periodo de sesiones ordinarias que comienza mañana, el marco jurídico de las actividades rurales. Incluye en ese objetivo la demanda de revisar el pacto comercial de Norteamérica. Para legitimar su posición frente a quienes reprochan al PRI haber acogido sin chistar ese Tratado, Ramírez López no vaciló en ejercer con claridad la autocrítica: “Tenemos que dejar atrás la obediencia y disciplina ciega que restó dignidad a nuestro trabajo legislativo y atender con interés y pasión lo que desatendimos en otros tiempos por ‘razones de Estado’”, dijo.

La capacidad organizativa de la CNC y del FNLR recibirá –ha recibido ya— el aliento promotor de expresiones innovadoras de la protesta social. Formará parte de la marcha de esta tarde, quizá la encabece, la caravana que el 18 de enero partió de Ciudad Juárez a bordo de decenas de tractores, uno de los cuales podría ser quemado en la Plaza de la Constitución como símbolo de la indignación que priva en la mayor parte del campo ante la simplista visión gubernamental que insiste en subrayar los logros mexicanos propiciados por la alianza comercial con los vecinos del Norte.

En la marcha de hoy se pondrá énfasis en la soberanía alimentaria, desarrollo de la consigna “Sin maíz no hay país… y sin frijol tampoco). Aquella preocupación estaba ya presente un año atrás cuando, también el 31 de enero, tuvo lugar lo que en el horizonte aparece como un anticipo de la movilización de hoy. Entonces el leit motiv de la marcha fue el incremento en el precio de la tortilla y de otros alimentos. Hoy esa demanda se refuerza con la contundencia de las cifras, por ejemplo sobre la creciente importación de comida, lo que ha hecho que la dependencia alimentaria suba de diez a cuarenta por ciento.

Una exitosa política divisionista de la Sagarpa (que falla en otros muchos cultivos, pero es eficaz en la siembra de cizaña) ha generado una tendencia contraria a la convergencia de que la marcha de hoy podría ser símbolo. Una porción del Congreso agrario permanente (que en los setenta surgió como un esfuerzo unitario, si bien impulsado desde arriba, por el Gobierno) no marchará hoy, por sustentar posiciones semejantes a las del Gobierno en general y Cárdenas en particular. Es que ésta ha sido hábil para manejar en su provecho los recovecos burocráticos que le permiten a través del Consejo Nacional de Desarrollo Rural sustentable obtener la cercanía de agrupaciones como la Unión General Obrero Campesina y Popular, hoy a la cabeza del CAP, al que de ese modo inhibe.

Sea tan numerosa como sus organizadores esperan, o no, la marcha de hoy determinará el futuro del campo mexicano.

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