“Hay políticos que son como los coyotes viejos… cambian de pelo, pero nunca de mañas”.
El próximo domingo, el Partido Alternativa Socialdemócrata habrá de elegir o reelegir –según sea el caso– a su Comité Ejecutivo Nacional, el proceso se efectúa entre cuestionamientos internos de: “traición, crisis, ambiciones desmedidas de poder, desviaciones ideológicas, trapecismo político, etc”.
Por su parte el PRD, que en la elección de 2006 se convirtió en la segunda fuerza política en el país con 127 diputados y 26 senadores, se enfrenta a una crisis sin precedente. Acusa un lastimoso vía crucis por su ejercicio electoral interno, que amenaza con debilitar la columna vertebral de la agrupación de izquierda mexicana, que mayor fortaleza institucional ha tenido en la historia de nuestro país.
El Partido del Sol Azteca, se ha visto envuelto en una guerra sucia que ha generado incertidumbre y el espectro de una posible ruptura, no hay en este momento un líder moral que tenga el carácter de factor de unidad al interior del mismo.
El PRD ha sido expuesto a un linchamiento moral –desde adentro y desde afuera–, la contienda ha sido impugnada por supuestas irregularidades y el conflicto se ha mantenido por la ausencia de cómputo en 9 Estados de la República.
A lo anterior, se ha unido la pugna entre el presidente del PRD, Leonel Cota Montaño y su secretario general, Guadalupe Acosta Naranjo, debido a la convocatoria para el Consejo Nacional de este fin de semana.
Los comicios internos del PRD, de acuerdo al senador Arturo Núñez no deben anularse, como lo sugirió el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, lo más conveniente es que haya resultados inmediatos y recontar las casillas que estén provocando los problemas; mientras no termine el cómputo de todas las casillas será imposible determinar al ganador.
El partido ha desarrollado una elección interna, que de acuerdo a Arturo Núñez: “con algunos problemas, no generalizados, algunos graves, que no tienen que ver con la cantidad sino con la gravedad, el PRD debe revisarse a fondo para no regresar a este tipo de incidencias”.
Los excesos que todos los partidos políticos, –que con sus usos y costumbres, vicios y contrahechuras–, acostumbraban atribuirle al PRI –caída del sistema, operación tamal, padrón inflado, alterado, rasurado, robo, quema y relleno de urnas, acarreo de votantes, violencia para inhibir al adversario, compra de voluntades, etc.– acusaciones que en este proceso han salido a la palestra principalmente por los enemigos del partido.
México, convoca hoy a los partidos al ejercicio de su capacidad de diálogo y tolerancia, para que nuestra democracia no devenga en parálisis, ante la hipotética imposibilidad de llegar a acuerdos.
En una nación donde hay muchas cosas por cambiar, de nada sirve a la democracia mexicana el enlodamiento de los partidos, requerimos una política enriquecida con partidos políticos fuertes, con altura de miras, que correspondan a la jerarquía constitucional que los reconoce como entidades de interés público.
No puede obedecer al interés nacional, la confrontación sin salida o la pérdida de la perspectiva histórica. No incurramos en el gravísimo error de olvidar cuál es el riesgo de un enfrentamiento fratricida. Triste sería el destino del país y oscuro el horizonte de nuestra democracia, si las divergencias internas implicaran escisiones insalvables.
En el México del Siglo XXI –el que legaremos a nuestros hijos– la participación política no es justificación para la infamia, la provocación y la violación de la Ley, sino oportunidad para actuar con seriedad, consistencia y serenidad, sin protagonismos fatuos o cortoplacismos, de empujar el reloj de la historia patria, y transformar el sistema político mexicano, para hacerlo más equilibrado, y por ende, mejor garante del interés colectivo.
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