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Dependen de los detalles

En Confesiones de Mujeres de 30 algunos técnicos aprovecharon para husmear mientras las actrices de se cambian de ropa. (Fotografía de El Universal)

En Confesiones de Mujeres de 30 algunos técnicos aprovecharon para husmear mientras las actrices de se cambian de ropa. (Fotografía de El Universal)

El Universal

A la hora de salir al escenario, los actores son muy celosos de cada objeto que utilizan.

Todo el público sabe que en Los Monólogos de la Vagina, las actrices siguen sus diálogos a partir de tarjetas. Pero no saben que Yolanda Ventura tiene sus tarjetas de Los Monólogos... marcadas con un montón de indicaciones.

Y que una de esas tarjetas está deshecha, al grado de que ha tenido que renovarla tres veces. Esa tarjeta es la que contiene las indicaciones para hacer gemidos multiorgásmicos.

Ventura pone cara de incógnita y dice que desconoce la razón por la que esta tarjeta sufra semejante maltrato: “Supongo que es porque la apachurro mientras actúo los gemidos, ja, ja”.

Explica que las tarjetas se han convertido en una parte inherente a los personajes de la obra: “Parece increíble, pero te acostumbras a tus tarjetas. Yo tengo unas viejitas que me acaban de cambiar la semana pasada, pero nomás no me hallo”.

“Las subrayé igual, pero estas tarjetas nuevas me dan una inseguridad inexplicable. Alguna vez usé las tarjetas de una compañera (Dominika Paleta) y fue horrible, no por otra cosa sino porque no eran ‘mis’ tarjetas.”

Igual que Ventura revela el secreto de sus tarjetas, las actrices de Confesiones de Mujeres de 30 permitieron darle vuelta al biombo en que se cambian de ropa hacia el final de la obra, para mostrar lo que sucede detrás.

María Filippini platica de bulto: “Tenemos una coreografía bien estudiada. Literalmente nos desnudamos para cambiar de ropa, así que ponemos especial cuidado en que el biombo cubra la visión de las filas de arriba”.

Detrás del biombo hay un camerino ambulante con espejos, zapateros, percheros y una que otra broma. Por ejemplo, el espejo de Bricia tiene el dibujo de un Mickey Mouse. Pero el chiste del dibujo es que las orejas del ratón es un brasier rojo.

Más allá del cambio de ropa, Diana Lein explica la importancia del biombo dentro de la obra: “Cuando salimos de detrás del biombo, aparecemos como unas reinas. Aunque conocemos nuestras carencias de mujeres de 30, también demostramos que estamos en nuestro mejor momento”.

Igual de crucial que el biombo en esta obra resultan los papelitos en los que los jurados de Doce Hombres en Pugna escriben “culpable” o “inocente”. Aunque el público nunca ve los papeles, José Elías Moreno señala que todos escriben su veredicto.

“Resulta importante para verosimilitud de la obra. La verdad es lo hacemos muy rápido y a veces ni siquiera completamos la palabra”.

José Elías Moreno tiene razón: el meollo del teatro es la verosimilitud. Norma Lazareno en Adorables Enemigas en algún momento ingiere merengues de mota por accidente.

Lazareno explica: “Yo jamás he probado mariguana pero he visto en noticiarios a personas cuando son aprehendidas fuera de sus cabales. Notó que balbucean y hablan despacio; como actriz, tengo un gran poder para imitar esas actitudes”.

Un día, César Bono llegó a dar función de “Defendiendo al Cavernícola” y se dio cuenta de que no había control remoto. Recordó que la noche anterior había sido la develación de placa y que al final el público subió al escenario para celebrarlo. Supo entonces que alguien se lo había robado. No es la primera vez que ocurre. “El primer control que teníamos era imitación de piedra y se lo robaron. Luego teníamos otro de juguete de hueso, y también se lo robaron. Ya nos robaron también un guante, así que ahora nos pusimos abusados con nuestras hermanas, no vaya a ser...”

Aunque parece un robo menor, el control remoto es un accesorio importante para que César Bono salga al escenario a “defender al cavernícola, que gusta de ver los partidos del Necaxa”.

Secretos a flote

En general, las obras están llenas de pequeños detalles que pasan desapercibidos para el espectador pero son importantes para el actor. Y esos detalles dan pie a secretos que nos revelan.

- La parte divertida de la obra comienza cuando los personajes, dos divas en decadencia, ingieren unos “merenguitos de mota”. Silvia Pinal y Norma Lazareno comen merengues que no contienen sustancias sicotrópicas sino dulce ditético.

Carlos Ignacio también los come. Sin embargo, sus merengues no son iguales: “No puedo comer dulce. De modo que mis merengues son de queso”.

- En Confesiones de Mujeres de 30 durante una gira por Chihuahua, hacia el final de la obra, las actrices se cambian de ropa detrás de un biombo, mientras asoman la cabeza para decir, por turnos, algunos parlamentos. En la ciudad de México los técnicos saben que no deben mirar. Pero en Chihuahua no. Estaba Diana Lein quitándose el vestido cuando se sintió observada. Detrás del escenario, cuatro técnicos husmeaban tan complacidos que llamaron a otros. Lein contó 10 o 12.

- En Doce Hombres en Pugna el riesgo no es físico sino ético y moral. Y el detalle son los papelitos en los que votan inocente o culpable. José Elías Moreno interpreta a uno de los jurados. Su veredicto es “culpable”. Pero él está en desacuerdo con su personaje.

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