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Depredadores

DIÁLOGO

Yamil Darwich

Un número considerable de laguneros se reunió el nueve de septiembre, en las márgenes del Río Nazas; esperaba con alegría la llegada de la creciente, anunciada por la Comisión Nacional del Agua.

La noche avanzó, amaneció un nuevo día y el lecho continuaba tan seco como había estado en los últimos diecisiete años.

Algunos niños estaban presentes; para ellos, sería la primera ocasión que verían al lecho seco anegado, confirmando lo narrado por sus padres: que en el pasado corría agua… y ésta no llegaba. Las noticias de los medios de comunicación eran inconsistentes; de hecho, los mismos periodistas de las televisoras pasaron la noche en vela y ya entrada la mañana, se escabulleron sigilosamente en busca de otras informaciones qué transmitir, porque de agua, no escurría nada.

Finalmente llegó el agua, al día siguiente, demorada, denunciando a los depredadores, que durante muchos años han herido y contaminado al Río Nazas: unos dragando su lecho sin misericordia, haciéndole boquetes que el agua, con su cauce natural, debía rellenar; otros, creando diques de basura y desechos de todo tipo, formando represas antinaturales que la creciente debió de vencer; algunos más, infectándolo con todo tipo de residuos industriales, químicos alistados para ser arrastrados por la corriente hacia el subsuelo, envenenar los mantos freáticos y quedar agazapados, en espera de la oportunidad para intoxicarnos al extraer esas aguas nocivas.

Unos pocos ganando dinero ilícito, que todos debemos abonar con salud.

El agua del Río Nazas siguió su cauce, introduciéndose en los “sumideros” naturales, venas que profundizan en la tierra lagunera, hasta llegar a los depósitos del subsuelo; líquido que será bombeado para uso agrícola, industrial y en menor medida doméstico.

También llegaron las primeras facturas con las aguas: una centena de casuchas y tendajos, que invadieron el cauce del Nazas, sería arrasada; le acompañaría pasos carreteros e instalaciones deportivas que construyeron anteriores administradores públicos sin considerar el ciclo “de los veinte años” que ha presentado el río en los últimos tiempos, trayendo agua en 1968, 1991 y 2008. Continuaron abonando los habitantes de colonias urbanas, ubicadas en los márgenes y construidas sobre canales subterráneos, ahora alimentados por la corriente; de hecho, algunos de ellos fueron damnificados en las crecientes anteriores, cuando los bordos de protección no pudieron contener la avenida de agua, que invadió las colonias del Norte.

Los daños también tienen compensaciones: los niveles del agua del subsuelo subirán, disminuyendo las concentraciones de sales, incluido el temible arsénico que ha hecho estragos entre la población rural, particularmente en el Norte de la región; por otra parte, si aprovechamos adecuadamente las aguas arrastradas por el cauce, habrá mayor humedad y consecuentemente tierras más dispuestas a recibir la semilla. Debo mencionar las quejas de algunos forrajeros que hablan de la pérdida de sus sembradíos por el exceso de lluvia.

El resultado final es indudable; la naturaleza obra: los beneficios serán mayores a los daños causados y la Comarca Lagunera recibe otro “bautismo purificador”. Los administradores públicos deberán tomar nota de lo acontecido y defendernos de los depredadores, aunque debo externarle mis dudas.

Temo que pasados los días, regresen los excavadores, quienes con permisos expedidos por inconscientes, volverán a su tarea de explotar el río, depredando el patrimonio de todos; que los irrazonables contaminadores aprovechen la nula o displicente vigilancia para verter tóxicos; y que algunos míseros, encuentren salida temporal a su necesidad de vivienda, construyendo en las márgenes o francamente invadiendo el lecho del Río Nazas.

Pienso que habrá algunos malos servidores públicos, que contabilizarán en el tiempo y se dirán: “veinte años es mucho tiempo, ¡garantízamelos de vida!”; otros calcularán: “la gente olvida y para entonces no estaré presente para responder”.

Me preocupa pensar en los vividores de nuestros impuestos; ellos también calculan la indiferencia y poco interés por manifestarnos cuando se trata de luchar por los derechos aparentemente intangibles. En este caso: nuestro río.

La conciencia por la ecología es un valor que a últimas fechas se ha retomado; actualmente, todos reconocemos la importancia que reviste administrar sabiamente el agua; mejor aún, cuidarla porque: “Dios nos la regala, pero no la entuba”.

Recuerde la advertencia de los expertos que encuentran relación entre agua, riqueza y bienestar social; o aquellos que profetizan las guerras del futuro peleadas por ella. Entre tanto, proyectos como el “Plan Meva”, siguen esperando a un político bien intencionado.

Exijamos a las varias organizaciones ecológicas y ambientales, municipales, estatales y federales, que simple y sencillamente hagan su tarea; a las No Gubernamentales, insistan con la fuerza de la sociedad civil, para que a quienes responsabilizamos, cuiden el patrimonio de todos. Deseo a las nuevas generaciones de laguneros y también a los viejos, sigamos viendo pasar agua por los lechos del Río Nazas y Aguanaval, nuestros dadores de vida. ¿Está usted dispuesto? ydarwich@ual.mx

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