Una de las principales plagas que ha traído consigo la Internet es que ahora se pueden organizar consultas, votaciones y plebiscitos a nivel planetario sobre cualquier asunto, sea importante o no, tenga pertinencia o sea un simple abuso del ocio humano. Lo peor es que sobra quien se preste a esos ejercicios, y a sus resultados los considere válidos y científicamente certificados… aunque ello no esté más lejos de la verdad.
Así, se supone que la Humanidad toda, a través de la Red, escogió las nuevas Siete Maravillas del Mundo, mediante una tumultuosa votación organizada por un vivales suizo. Por supuesto, cualquiera puede diferir de lo que el culto público planetario eligió. Pero abundarán quienes nos rebatan, alegando que la clasificación fue fruto de un ejercicio democrático y libre. ¡Fueron escogidos en la Red! ¡Y votaron miles y miles! Como si eso fuera garantía de nada. Como si la inmensa mayoría de la gente se ocupara en informarse realmente sobre lo que está decidiendo. Y como si eso, en última instancia, fuera determinante para formarse un juicio. Seguir el complejo de borrego se hace más fácil si la manada es conducida estadísticamente por los resultados de una votación cibernética.
Todo lo anterior tiene que ver con una de esas votaciones, que se está realizando en estos días… y que ya provocó la llegada de varios correos electrónicos a mi buzón, sin haberlos solicitado, y sin que su contenido me haga la menor risa.
Resulta que un periódico español llamado “20 minutos” (supongo que es el tiempo que se requiere para leerlo, lo que ya lo pone a uno a pensar) tuvo la brillante idea de someter a votación universal, vía Internet, cuál es la bandera más hermosa del mundo. Como decíamos antes, tales consultas tienen el mismo valor estadístico que la que planea Ebrard sobre la reforma energética, o sea ninguno; y no podrían importarle menos a la gente que tiene cosas más inteligentes en que ocuparse.
Pero como hay patriotas ociosos, no faltaron mexicanos que se lanzaron a votar por la tricolor. Y no sólo eso, sino que como si en ello les fuera la vida pusieron a circular mensajes electrónicos para que otros compatriotas sin qué hacer se lancen a sufragar por ella. ¿Qué ganamos con eso? ¿A quién le importa? ¿No sería mejor que ese esfuerzo se dedicara a denunciar alimañas como Napito, el Gober Precioso, el Gober Fervoroso, Romero Deschamps, Montiel y tantos otros? ¿No hay cosas más importantes para México que obtener tan discutible (e inútil) distinción?
En fin, que de todo se da en la viña del Señor y cada quién sabe cómo pierde su tiempo y se siente orgulloso… por las más extrañas razones.