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Descubren tráfico de patrimonio mexicano

Múltiples piezas precolombinas fueron rescatadas en un cargamento ilegal en Alemania.

Múltiples piezas precolombinas fueron rescatadas en un cargamento ilegal en Alemania.

El Universal

La policía alemana detuvo el transporte donde el traficante costarricense Leonardo Patterson trasladaba un número indeterminado de piezas arqueológicas, muchas de ellas olmecas, mayas y aztecas, que sacó furtivamente de España hace semanas. Patterson aprovechó que las piezas no habían sido aseguradas judicialmente para sacar la enorme colección de origen ilícito de donde estaba almacenada desde hace más de una década en Galicia.

El aseguramiento de las piezas se dio gracias a la alerta internacional girada por las autoridades guatemaltecas. Gracias a la reacción, dice el Ministerio de Cultura y Deportes del país centroamericano, Interpol-Alemania lanzó una alerta migratoria contra Patterson y una alerta aduanal para monitorear la entrada del lote al país donde el traficante reside.

Según fuentes alemanas consultadas la policía detuvo al traficante y a sus dos abogados la semana pasada, pero fueron dejados en libertad porque ningún país afectado, como México, ha extendido una petición de detención y extradición contra el contrabandista. Sin embargo, las piezas arqueológicas fueron retenidas.

En México, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) confirmó a este periódico que las piezas fueron aseguradas en Munich y reveló que personal de la Coordinación Nacional de Arqueología del instituto viajó a Alemania para verificar que los objetos sean los mismos que se identificaron en Galicia.

“Son 716 piezas las que se reclaman”, comentó Benito Taibo, coordinador de Difusión del INAH, quien aclaró que la identificación no se hizo in situ, sino a través de imágenes que la Interpol envió a México.

Taibo explicó que los procedimientos diplomáticos para reclamar piezas son tardados, pero que el INAH sí ha trabado coordinadamente con Relaciones Exteriores y la PGR para reclamar y repatriar las piezas. Según sus datos, el 28 de febrero pasado, a través de la Embajada de México en España, se extendió una petición formal al gobierno español para que entregara las piezas identificadas como parte del patrimonio cultural mexicano. Sin embargo, esas gestiones ahora tendrán que llevarse a cabo en Alemania. “¿Se levantará una denuncia contra Patterson?”, preguntamos, “no porque el INAH no es la policía”, respondió Taibo.

Personal de Museo

de Antropología

ligado a traficante

Leonardo Patterson, el más importante saqueador y traficante de vestigios arqueológicos en México, ha contado con la colaboración de arqueólogos e investigadores del país para sacar adelante sus proyectos de legitimar piezas. Dos de estas personas laboran en el Museo Nacional de Antropología (MNA): el arqueólogo Felipe Solís, director de la institución, y Martha Carmona, curadora.

Como es usual entre traficantes poderosos, Patterson busca blanquear en Australia, Estados Unidos y Europa tanto falsificaciones como genuinas piezas de procedencia ilícita, a través de “certificados de autenticidad” extendidos por académicos e investigadores sin escrúpulos, con el fin de avalar ventas; también ha recurrido al montaje de exposiciones patrocinadas por instituciones, así como a la publicación de catálogos con textos firmados por especialistas.

El éxito de esas estrategias legitima piezas de procedencia oscura y, por tanto, aumenta su valor en el mercado. Ésas fueron las razones por las que en 1997 Patterson buscó montar en España “El espíritu de América prehispánica: 3000 años de cultura”, una exposición patrocinada por la Universidad de Santiago de Compostela y el gobierno de Galicia, al que pretendía vender la colección completa. Para la muestra, el traficante consiguió imprimir en Nueva York el catálogo Prehispanic America-Time and Culture, con imágenes de la mayoría de las piezas de la colección, así como textos de celebridades, historiadores y arqueólogos.

En ese volumen (casi imposible de conseguir) figuran los ensayos “Meso-American Cultures During the Post-Classic Period”, de Felipe Solís, y “The Classic Period in Meso-America”, de Martha Carmona. En 1997 él ya era subdirector del MNA y ella también laboraba en la institución.

Ambos fueron invitados a colaborar por el historiador español Mariano Cuesta Domingo, coordinador del proyecto financiado por Patterson. Se buscó al académico en la Universidad Complutense de Madrid para saber en qué términos invitó a colaborar a los especialistas mexicanos y por qué él mismo aceptó participar en un trabajo encargado por un hombre que ya en 1997 había tenido sonados problemas con la justicia de Estados Unidos, Canadá, Alemania y Suiza por tráfico y fraude. Cuesta Domingo no respondió los mensajes.

En julio pasado, en medio del escándalo por la identificación de numerosas piezas robadas del patrimonio cultural peruano que figuraban en la colección de Patterson y la incautación de éstas, Cuesta Domingo declaró al diario El Correo Gallego: “No sabía nada de eso. Oí hablar del saqueo después de que se celebrara la exposición porque, si no, yo me hubiese marchado […] Tiempo después oí cosas, pero los comentarios entre coleccionistas son terribles, y el mercado del arte es un mundo totalmente ajeno al mío”.

En la ciudad de México, Felipe Solís respondió por correo electrónico sobre su colaboración en el catálogo: “(Cuesta Domingo) nos convenció de que escribiéramos textos muy generales de los periodos mesoamericanos para un libro y resultó que un día recibimos un ejemplar del catálogo en el cual se integran decenas de piezas falsas; algunas son ridículas recreaciones de la época prehispánica”.

Por su parte, Carmona dijo por teléfono: “Yo he colaborado tanto y en tantas partes que no recuerdo de qué era el texto que me dice, pero en España seguro puede conseguir el catálogo; yo no tengo ningún ejemplar”.

Junto a los nombres de los mexicanos figuran en el catálogo, entre otros colaboradores, Nicholas M. Hellmuth, arqueólogo de no muy buena reputación en Guatemala debido a sus turbiedades, según arqueólogos consultados en México por este periódico, y Frederick J. Dockstader, un hombre que, entre otros antecedentes, arrastró hasta su muerte la mala fama de haber enfrentado a la justicia de Nueva York, acusado de regalar a sus amigos piezas de las colecciones del Museo del Indio Americano cuando lo dirigía.

En círculos académicos de Estados Unidos y de Europa, la aparición del catálogo fue un suceso por la cantidad de objetos expoliados y las falsificaciones que consignaba.

“Publicamos una carta para llamar la atención sobre el gran número de piezas falsas en el ‘catálogo’ de la exposición de Santiago de Compostela. Dos colegas y yo fuimos demandados por Patterson, quien reclamaba alrededor de 63 millones de dólares por daños. Después Patterson y sus abogados neoyorquinos desistieron”, comentó por correo electrónico desde la Universidad de Yale el doctor Michael Coe, una autoridad en el estudio de las culturas maya y olmeca que denunció los fraudes del traficante, y desde Europa lo hicieron también los investigadores Ursula Dyckerhoff, Nicolai Grube y Karl Herbert Meyer. En México, Solís y Carmona callaron todos estos años.

Debido a las denuncias que se publicaron en revistas científicas como la alemana Mexicon, el gobierno de Galicia se abstuvo de adquirir la colección y Patterson envió los objetos a Mudanzas Boquete, en donde permanecieron más de una década hasta marzo pasado, cuando se los llevó en un tráiler, burlando a la policía española.

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