Gómez Palacio

Desde hace 66 años, lleva a los niños mensaje de fe

Francisca Ramírez rodeada por un grupo de pequeños a quienes les enseña la Palabra de Dios.

Francisca Ramírez rodeada por un grupo de pequeños a quienes les enseña la Palabra de Dios.

Por Guadalupe Miranda

Francisca Ramírez nació en un pueblo del municipio de Indé, Durango. A los 14 años empezó su labor como catequista. Hoy, a sus 80 años, sigue realizando con gusto esa tarea.

Rodeada de pequeños y predicando la palabra de Dios, es como Francisca Ramírez viuda de Díaz, a sus 80 años de edad, vive estos días santos desde hace ya más de 60 años.

En medio risas, juegos, brincos y cánticos de los niños que participan en la Pascua en la Iglesia de San Francisco Javier de la colonia Mayagoitia de esta ciudad, Francisca cuenta su historia.

Originaria de un poblado llamado Santa Ana del municipio de Indé, Durango, la mujer recuerda que fue a la edad de 14 años cuando comenzó a predicar la palabra de Dios entre los pequeños. “Como eran muy pocos los que sabían en el pueblo, yo me encargaba del catecismo”, dice sonriente.

El matrimonio no fue impedimento para continuar con su labor, “me casé y me ausenté un tiempo de mi pueblo pero al regresar, continué con mi labor catequista”.

Para Francisca, convivir con los niños es lo mejor que le ha pasado en la vida “y qué mejor que enseñarles los valores como: respeto, humildad y sobre todo el amor a Dios y a la Virgen María”, dice la madre de 10 hijos y abuela de más de una decena de nietos.

En la actualidad, dice, su labor es complicada, “pues antes, los niños te prestaban su atención con una vez que les hablaras, pero ahora son más rebeldes, más inquietos y juguetones, pero esto nos no ha desanimado a seguir... además cuando estoy con ellos, me lleno de su energía, me siento joven”.

Francisca cuenta que su pueblo natal contaba con una gran rueda de madera con una campana, la cual tocaba cada vez que sus clases de catecismo iniciaban, “con una vez que la tocara, los pequeños ya estaban presentes”, dice.

El número de pequeños a los cuales les ha enseñado la palabra de Dios ya no los tiene en su memoria, pues han sido miles, ya que en cada lugar que visitaba, como Sonora y Oaxaca, “trataba de transmitir el mensaje de la fe”.

Durante Semana Santa, comenta Francisca, además de catequizar “si es posible participo en las actividades que organiza la Iglesia”.

Viajar, ni pensarlo, “pues es un tiempo de guardar, de oración, de reflexión, de recordar la Pasión de Cristo, de todo aquello que hizo por nosotros y sobre todo recordar que murió por amor a nosotros”, comenta emocionada.

“Ahora todo esto se ha perdido”, entre sollozos dice Francisca, “pues son muy pocos los padres y pequeños los que participan en las ceremonias de Semana Santa”. Es por ello que, la fe de Francisca es cada vez más fuerte.

“Recuerdo que en una ocasión, hace algunos años, le pedí al sacerdote responsable de esta Iglesia que ya no me dejara seguir”, dice afligida, pues la enfermedad ha sido su único obstáculo para no seguir con su tarea, “pero será hasta que Dios quiera cuando deje para siempre de llevar su mensaje de amor a todos y cada uno de los niños que lleguen a mí”.

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