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Despiden a la ‘voz’ de los zapotecos

Andrés Henestrosa recibió ayer un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes, antes de ir a parar a su última morada.

Andrés Henestrosa recibió ayer un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes, antes de ir a parar a su última morada.

EL UNIVERSAL

MÉXICO, DF.- A Andrés Henestrosa le faltó tiempo para seguir soñando en zapoteco, para maldecir en su lengua. Vivió 101 años pues falleció el jueves y casi en un testamento pidió que no le lloraran sobre su tumba; quería que le cantaran lindos sones, quizás La Sandunga, porque así “yo siempre vivo, yo nunca muero”.

El poeta, narrador, ensayista, orador e historiador, que habló siempre de la muerte y al cumplir 93 años dijo que quería hacer lo que ha hecho cualquier hombre: “Vivir, trabajar, esperar... esperar ¿qué?, la muerte, es el plan del hombre”, murió.

A las 22:20 horas del jueves su féretro de madera ingresó a la capilla de la agencia Gayosso de Félix Cuevas, y a partir de las 13:00 horas fue trasladado hacia un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes en donde las puertas de la entrada principal se abrieron hasta las 13:30 horas y siete minutos y enseguida entró el féretro de madera natural que contiene los restos del escritor.

Entre las personalidades dieron cita al recinto destacó la presencia del presidente Felipe Calderón Hinojosa.

El cuerpo del zapoteco fue recibido con un aplauso de la multitud, entre la que destacaron mujeres vestidas con el traje típico del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, mientras una orquesta tocó en vivo sones de la región. La carroza que transportó el ataúd fue recibida en el portal de Bellas Artes por las autoridades de CONACULTA y del INBA, Sergio Vela y Teresa Franco, respectivamente.

Ese hombre, que como los binigulaza -primeros zapotecos que dispersó la danza para vivir el exilio dentro de una cueva- llegó a la Ciudad de México a buscar “ser alguien” cuando tenía 16 años, con un precario español, dos mudas de ropa en una funda de almohada y 30 pesos en la bolsa del pantalón, conquistó el mundo armado de la palabra, ésa que le hizo escribir libros de cuentos: Los Hombres que Dispersó la Danza, donde recreó e inventó los cuentos y leyendas zapotecos, y Los Cuatro Abuelos (Carta a Griselda Álvarez); de ensayo: Los Hispanismos en el Idioma Zapoteco, que fue su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua en 1965.

El adolescente que cuando leyó La Ilíada, La Divina Comedia y La Odisea, apenas pudo comprender algo de esas historias, fue luego diputado federal por Oaxaca y jefe del Departamento de Literatura del INBA; quiso ante todo contar los mitos, fábulas y leyendas de su pueblo.

Durante 40 años dio clases de lengua y literatura en la UNAM, y fue maestro en la Escuela Normal Superior. Recibió la Medalla Belisario Domínguez otorgada por el Senado, en 1993; el Premio Nacional de Lingüística y Literatura en 1994, y la Medalla Oro de Bellas Artes en 2002.

El presidente Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala lamentaron el deceso de Henestrosa, a quien llamaron “hombre de letras que mediante sus poemas, narraciones y ensayos fomentó el valor y aprecio de la cultura indígena y de la historia mexicana”.

Amor por la vida

Cuando un amigo moría, Henestrosa se encerraba en una habitación para que la muerte no lo encontrase, expresó su hija Cibeles Henestrosa, quien visiblemente apesadumbrada declaró que los restos de su padre serán inhumados hoy sábado en el Panteón Francés de La Piedad, junto a quien fuera su esposa, pues ésa fue la voluntad de don Andrés.

Cibeles aseguró que, fieles a las costumbres oaxaqueñas que les inculcó su padre, conciben la muerte como un tránsito, razón por la cual los restos del autor de Los Hombres que Dispersó la Danza, irán acompañados de unas monedas y sus objetos más queridos.

Recordó que Henestrosa escribió una canción cuya letra puede aludir a su muerte y que dice: “Niña, cuando yo muera no llores sobre mi tumba, canta sones alegres, cántame La Sandunga”.

Para recordar

Por su parte, María Teresa Franco, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, declaró que el homenaje que se le rindió al artista oaxaqueño la tarde del viernes fue un reconocimiento a la persona excepcional que fue.

Dijo que tuvo una amistad cercana con Henestrosa que la llevó a apreciar la facilidad extraordinaria que tenía para acercarse a los seres humanos.

“Su vida fue de una fertilidad enorme. Es un hombre que abrevó en las raíces más profundas, que habla lenguas indígenas, que era universal”.

Destacó que Henestrosa fue un hombre en el que sobresalía la pluralidad y la juventud: “En el alma y en el cuerpo, 101 años no los cumple mucha gente”.

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