La tinta no perdona. La palabra escrita y publicada queda como testigo, testigo frente a los otros, pero también frente a uno mismo. A diferencia de la expresión oral que tiende a mutar en las entretelas de la memoria, la tinta recuerda con toda precisión lo que salió de la entraña. Así cuando las pasiones, los odios, las ambiciones desmedidas, las envidias, los resentimientos, los protagonismos gobiernan al cerebro, el registro queda. Las líneas plasman la consistencia ética de quien escribe y su capacidad para mirarse en el espejo. Canetti hablaba de una desviación terrible que conduce a la dipsomanía moral. En los últimos días se publicaron muchas líneas que deberían provocar vergüenza.
Presento posiciones. No tengo ningún trato con el señor Mouriño. Me parece que su designación es un gran error del presidente Calderón. No hay dato duro, son impresiones que quedan sujetas a la corroboración. Quizá me equivoque, ya veremos. La Secretaría de Gobernación siempre ha sido el centro neurálgico de la República. Las cuestiones de seguridad nacional abarcan un listado oscuro de actividades que atentan contra el país, desde el narcotráfico hasta los movimientos subversivos, pasando por cualquier tipo de confrontación social violenta. Es el lado oscuro, va en paquete.
Además Gobernación es el punto de cruce o de encuentro de las diversas fuerzas políticas. Es el brazo del Ejecutivo en su contacto con las entidades de la República. Mientras no tengamos un rediseño institucional como algunos lo quieren, mientras no exista un jefe de Gobierno, mientras sigamos siendo un régimen presidencial, Gobernación está obligado a ser ese territorio de encuentro. Para ello se requiere una presencia nacional, un respeto personal que sólo la experiencia y la trayectoria pueden brindar. La inteligencia o habilidad no pueden brincarse al factor tiempo.
Gobernación debe ser vista como un espacio neutral para tejer los acuerdos que el país necesita. Desde el 88 esa secretaría ha pasado por muy diversas manos, desde la versión apartidista como lo fue la gestión de Jorge Carpizo, hasta la versión de un viejo zorro de la seguridad y hábil político: Fernando Gutiérrez Barrios. La cercanía con el presidente es necesaria pero en exceso puede traer problemas. Una lectura demasiado partidaria aleja a las oposiciones, ya lo vimos el sexenio pasado. En fin, Gobernación demanda de un reconocimiento generalizado que sólo el tiempo da y de una visión de Estado que debe ser pública y conocida. No es el caso de Mouriño al que sin embargo debemos extender un voto de confianza.
En pocas ocasiones una designación ha generado tantas reacciones contrarias, lo cual habla de las dificultades del perfil de nuevo secretario. Se le ha imputado lo que he señalado arriba, pero también otros asuntos: los negocios de su familia y centralmente su evolución migratoria para obtener la ciudadanía. Del primer punto valdría la pena deslinde público para confirmar que no hay un conflicto de intereses. Sobre el segundo, suponiendo que todo está en orden, en otras condiciones, hubiera bastado un boletín de prensa, el problema es que tendría que emitirlo la propia Secretaría de Gobernación, hoy en manos de Mouriño, de la que dependen las autoridades migratorias. ¿Cuál es la opción? Toda esta maraña era previsible. Lo desconcertante entonces es que el presidente haya decidido pagar el costo. ¿Es uno de sus gallos para la candidatura panista? Suponiendo que lo fuera, en primer lugar es repetir la terrible experiencia que Calderón vivió como panista, la idea del delfín. No cuadra en un panista de cepa. En segundo lugar es demasiado abierto y arriesgado.
Pero lo verdaderamente preocupante han sido las críticas cargadas de un ánimo antihispanista y xenófobo. Eso sí desnuda a un México que da vergüenza. En la teoría de la “Nueva Conquista” los españoles ya controlan la banca, los medios, el turismo, los libros de texto, la cultura y van por más, el gas, el petróleo y lo que nos dejemos arrebatar. En ese ánimo auténticamente xenófobo que nada tiene que ver con la globalización del mundo y, peor aún, con una sociedad abierta y democrática, se le ha llamado “españolito” -el ex vocero del PRD- miembro de la Armada Española. Su origen ha devenido en expresiones como “sangre” y sobre los porcentajes en él de mexicano y español. AMLO ya lo calificó de traidor en potencia. La intolerancia es brutal.
Siempre recurrimos a la imagen de Lázaro Cárdenas recibiendo al exilio español como monumento a nuestra apertura y generosidad. Pero hay otra lectura, la que muestran los datos duros de encuestas sobre valores políticos profundos. En ellas la xenofobia mexicana queda retratada de cuerpo entero: sólo se considera como benéfica a la inmigración europea, el resto de los moradores del orbe reciben una condena de siete sobre diez. México es un país conformado, como muchos otros, por migraciones de muy diferente talante cultural y religioso: libaneses, alemanes, armenios, polacos, judíos, protestantes, ingleses, chinos, centroamericanos, lo que sea, por supuesto también españoles. En pleno siglo XXI algunos se rebelan contra la idea no de la ilegalidad del secretario, sino del origen con un ánimo racial.
El mismo país que clama por la apertura en el Norte, es el que trata inhumanamente a los inmigrantes del Sur, el mismo que se da golpes de pecho por la discriminación de que son sujetos nuestros compatriotas, es el México que hoy destila veneno.
Por cierto soy nieto de español, no sé si eso incomode a alguien.