La misa del Domingo de Ramos es de las más concurridas del año; en ella se plasma la devoción de los feligreses participando con sus ramos de palma y laurel.
El Siglo de Durango
“A diez el ramito, oiga”, se escuchaba en el atrio de la Catedral Basílica Menor por parte de los comerciantes que ofrecían los ramos para bendecir en la misa de ayer. El día había comenzado con una mañana soleada y tranquila, pero con el transcurrir de las horas comenzaron a aparecer las fuertes ráfagas de aire que metían polvo hasta en la nariz.
Desde media hora antes de comenzar la misa había gente ocupando los asientos de la Catedral, mientras los asistentes entraban a raudales y se acomodaban a esperar. A las 12 horas ya no había un solo asiento disponible; en ese momento se presentó el padre que ofició la ceremonia para dirigirse por el pasillo central y comenzar con la procesión y la bendición de los ramos rociándoles “agua bendita”.
SIGNIFICADO
“El Domingo de Ramos representa la entrada de Jesucristo a la ciudad de Jerusalén, cuando fue recibido por sus seguidores con ramos de palma reconociéndolo como el hijo de Dios”, detalló el sacerdote, agregando que “la proclamación de Cristo este año toca a San Mateo”. A las 12:05 horas inició la misa. El padre dio paso posteriormente a la lectura del Evangelio de San Mateo.
La dinámica posterior consistió en la narración de la pasión de Cristo por tres personas, acto que llevó casi media hora de la misa. Los niños fueron menos tolerantes y pedían continuamente explicaciones a sus padres sobre lo que se estaba hablando; el ambiente era fresco por la cantera de la Catedral y por las puertas entraban reconfortantes corrientes de aire. Algunos niños más pequeños improvisaban juegos ante la solemnidad de la ceremonia; pelotas, carritos y correteos formaban parte de la distracción.
La “paz del Señor” dio paso para que se formaran dos largas filas, que llegaron hasta la puerta principal, de devotos que aguardaban recibir la ostia; algunos esperaron hasta 15 minutos. El sacerdote terminó la celebración eclesiástica con un mensaje para los asistentes, pidiéndoles que “hagan buen uso de sus ramos, no quieran darles usos mágicos ni supersticiosos. Denles buen uso como Jesucristo a su entrada a Jerusalén”.