Clarita Carrillo cumplirá mañana 100 años de edad.
Madre de diez hijos, abuela de 58 nietos, bisabuela de 155 bisnietos y tatarabuela de 87 tataranietos, Clarita Carrillo celebró ayer, por adelantado, sus 100 años de vida, al lado de unos 200 familiares, quienes como cada año acuden de todo el país para felicitarla.
Doña Clarita nació el 12 de agosto de 1908 en la ciudad de Strockton, Texas, hija de padres mexicanos, radicados en Jalisco. A la edad de cinco años arribó a Lerdo.
“Para mí cumplir 100 años, es como si volviera a tener 15”, dice Clarita en su hogar, el cual comparte con una de sus hijas, de nombre Delia. Con gran lucidez, la festejada cuenta su historia. Recuerda que Raymundo Carrillo, su padre, era muy andariego, “era panadero, pero le gustaba viajar”.
Antes, comenta, pasar de Estados Unidos a México era muy fácil, “podía amanecer en una ciudad y anochecer en otra”, dice Eva, una de sus ocho hijas. Por eso nació en Texas.
Fue en Michoacanejo, Jalisco donde conoció a Jesús García, quien fuera su compañero por más de 50 años y padre de sus diez hijos. A quien acompañó en su noble labor de enseñanza por varios poblados de la Sierra Madre Occidental, en donde aparte de la enseñanza básica, daba clases de español.
A la edad de 16 años, un 14 de abril de 1924, unió su vida a la de aquel hombre, quien le dio la oportunidad de ser madre de ocho mujeres y dos hombres, quienes le han dado gratas satisfacciones. Con orgullo, Clarita cuenta que quien los casó fue el cura Julio Álvarez Mendoza, “mártir de la Guerra Cristera”, quien tres años más tarde fue fusilado, y en 1992 fue beatificado y canonizado en 2000.
“Además bautizó al primero de mis hijos, Arturo, allá en Jalisco”, relata Clarita. “Imagínese lo que significa para nosotros, es una alegría enorme saber que un sacerdote que ahora es santo, haya casado y bautizado a uno de mis hermanos”, comenta Eva, quien es maestra jubilada.
Doña Clarita recuerda que durante la Guerra Cristera “fusilaban a todo mundo, que porque si eran cristeros que si porque trabajan para el Gobierno, a casi a todos”. Debido a que su esposo trabajaba para el Gobierno en ese tiempo, “recuerdo que vivimos durante un mes escondidos en un sótano, en donde nada más salíamos por unos momentos para poder amamantar a mi primer hijo”, platica. “Fueron momentos de mucha emoción pues se escuchaban las balaceras por todos lados... así como ahora”, dice sonriente.
Clarita, cuenta que su esposo, antes de morir, le pidió el divorcio, luego de más de 50 años de casados, “porque estaba muy enfermo, pero yo le dije que jamás lo iba a hacer, hasta que murió se divorció de mí”. Ahora, a más de 30 años de su partida, Clarita vive rodeada de su familia, “aunque no todos estamos en casa, vivimos muy cerca de aquí, excepto una de mis hermanas que vive en Torreón”, dice Eva.
Mientras su salud y su fuerza se lo permitan, Clarita continuará cociendo manteles y cocinando el mole que tanto le gusta a sus hijas y nietos, “me tienen de todo en casa, desde bordones, andaderas hasta una silla de ruedas, pero mientras no las necesite, no las utilizaré”, dice Clarita quien de pie, mirando por la ventana, espera la llegada de sus invitados.
