Hoy hace dos años Felipe Calderón tomó posesión como presidente de la República en una ceremonia por demás accidentada. A la distancia, aquél primero de diciembre de 2006 parece haber sido la gran advertencia de lo difícil que está siendo este sexenio.
Pero contrario a lo que muchos pensaban al inicio de la Administración, la cuestión política ha quedado relegada. Y es que luego de unas elecciones cerradísimas y el conflicto que le siguió, era fácil creer que el golpeteo de los opositores se iba ha prolongar durante todo el sexenio y que muy probablemente se iba a traducir en una parálisis legislativa, lo cual no ha ocurrido.
Hoy, las grandes vicisitudes de Calderón son otros: la inseguridad pública y la crisis económica. Ambos temas, hay que recordarlo, figuraron dentro de las prioridades del mandatario durante su campaña, cuando prometió abatir la violencia en las calles y crear cientos de miles de empleos.
Curiosamente, el problema en ambos asuntos no se debe, como en anteriores sexenios, a la pasividad del Gobierno, sino a la ineficiencia de sus acciones y a la insuficiencia de sus resultados. Es decir, la crítica no es porque no se esté trabajando, sino por la forma en la que se trabaja.
Desde su primer día como presidente, Calderón mandó las señales de que iba “con todo” contra el crimen organizado y hay que reconocer que en este sexenio se han dado los golpes más espectaculares en contra del narcotráfico. Pero esto no se ha traducido aún en un ambiente más seguro en las ciudades, por el contrario, la violencia se ha recrudecido a la par de que han salido a la luz presuntos nexos de varios funcionarios con criminales. Esta situación ha llevado a pensar que es un error de Calderón haber iniciado esta cruenta guerra sin haber depurado primero a las instituciones que la dirigen, lo cual han mermado la capacidad del Estado para avanzar en sus objetivos.
En la cuestión económica, las opiniones encontradas vertidas por secretarios del Gabinete calderonista dan la impresión de que todavía no hay un consenso al interior del Gobierno Federal respecto al impacto que tendrá en México la crisis financiera mundial, no obstante que ya se ha puesto en marcha un “plan de contingencia” cuyos alcances no quedan muy claros aún. Al igual que ocurre con el tema de seguridad, parece que el titular de Ejecutivo está haciendo las cosas al revés. A dos años de iniciada su Administración, si Felipe Calderón no quiere que las cosas sigan empeorando, debe replantearse sus estrategias para enfrentar esos dos grandes problemas. Le quedan cuatro años.