“Toda reflexión sobre la historia contemporánea termina en una interrogación”.
Octavio Paz
Han pasado dos años desde el inicio del Gobierno de Felipe Calderón. El saldo es, como todos, mixto. Ni el cuestionamiento a ultranza de Gerardo Fernández Noroña ni el optimismo sin límites de algunos panistas es real reflejo de lo ocurrido.
El simple hecho de que el presidente haya podido llegar a este momento sin cuestionamientos serios a su legitimidad es ya importante. Hace dos años había dudas de si podría incluso rendir protesta. El grupo de Andrés Manuel López Obrador pensaba que podría establecerle un cerco a Calderón que le impidiera presentarse en público o gobernar a lo largo de todo el sexenio. Pero esto no ha ocurrido.
Bien o mal, el presidente gobierna y toma decisiones. Sólo el grupo más cercano a López Obrador sigue manteniendo la política de avestruz de no querer ver la realidad. Todos los gobernadores perredistas trabajan normalmente con el presidente Calderón y se reúnen con él. Marcelo Ebrard es una excepción, pero sólo parcial: ya ha aceptado, por lo menos, aparecer en actos públicos en los que también se encuentra el presidente. A nivel internacional, por supuesto, nadie pone en duda la legitimidad de Calderón.
Gobernar a México, sin embargo, nunca ha sido fácil y mucho menos en estos tiempos. El presidente optó desde los primeros días de su Gobierno por fortalecer la lucha contra el narco. Quizá no había opción. Las guerras entre narcotraficantes habían llenado de sangre las calles de muchas ciudades y los campos de muchos estados. Los primeros operativos en Michoacán, el Norte de Tamaulipas y Sinaloa fueron seguidos por otros en diversas regiones del país.
En este campo de la lucha contra la delincuencia el presidente Calderón ha tenido las mayores victorias y las peores derrotas. Nunca antes se había capturado a tantos capos y confiscado tanta droga. Pero nunca antes había existido tanta violencia. El narcotráfico es una actividad que se fortalece en vez de debilitarse con los golpes.
Quizá la atención que se les presta a los delitos contra la salud, delitos al fin y al cabo sin víctima, ha hecho que se baje la guardia en otros tipos de crímenes que sí tienen víctimas. Los secuestros, en particular, parecen haberse convertido en una verdadera plaga nacional. Las extorsiones y la venta de protección son ya fenómenos comunes en muchos lugares del país. Miles de familias ricas han dejado México para buscar seguridad en el exterior.
El Gobierno ha logrado impulsar algunas reformas importantes en estos dos años, pero muchas de ellas se han quedado muy cortas ante lo que se requeriría para promover una mayor competitividad de la economía. Quizá el mayor triunfo fue la nueva Ley de pensiones del ISSSTE, que pone freno a una tendencia que habría acabado con el tiempo con el propio Estado mexicano. La reforma fiscal que se hizo en 2007, sin embargo, es demasiado tímida y quedará rebasada en muy poco tiempo, mientras que la reforma petrolera, si bien representa un pequeño avance, difícilmente promoverá la nueva inversión productiva que requiere la actividad. La reforma electoral, mientras tanto, es a mi juicio un retroceso político para nuestro país.
El presidente Calderón no tiene la culpa de que la economía internacional se haya desplomado en este segundo año de su Gobierno, pero esta caída afectará de cualquier manera el desempeño de la economía nacional. México podría incluso caer en recesión en 2009 a pesar de que ha mantenido un sensato manejo de sus finanzas públicas. El tropezón, sin embargo, será menor al que han tenido países que han sido más irresponsables, como Estados Unidos.
El mayor error económico en estos dos años ha sido el de mantener un subsidio a la gasolina que le ha costado al país quizá más de 20 mil millones de dólares. La caída de los precios internacionales del petróleo, sin embargo, se ha convertido en la salvación, porque ha reducido el enorme costo de este subsidio, pero también porque México es cada vez más un importador antes que un exportador de hidrocarburos.
Hoy concluye un tercio del Gobierno del presidente Calderón. Le quedan cuatro años de responsabilidad en un ambiente que se antoja cuando menos incierto. Si realmente quiere ser recordado positivamente en la historia, tendrá que buscar una forma de acelerar las reformas estructurales que hagan más competitivo al país. Pero éstas requieren de acuerdos en el Congreso que hasta ahora sólo ha podido lograr para reformas muy limitadas.
El problema es que si no se hacen reformas de mayor fondo, el país estará condenado al estancamiento y la marginación. Si era difícil crecer en la cresta del mayor periodo de expansión económica internacional en la historia, más lo será en un momento en que la economía estará en recesión.
TERRORISMO
Los sangrientos ataques de Mumbai (la antigua Bombay) ratifican la imposibilidad de detener a terroristas dispuestos a sacrificar sus vidas con el fin de ofrecer una manifestación de protesta o de seguir las órdenes de sus líderes. Hemos visto los atentados y matanzas de las Torres Gemelas, Bali, Madrid, Londres y ahora ésta. El fanatismo no tiene límites. Y no hay manera de colocar guardias en cada hotel, tren, avión y autobús en el mundo.
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